Descenso a Egipto y otros relatos inquietantes by Algernon Blackwood

autor:Algernon Blackwood [Blackwood, Algernon]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Fantástico, Terror
editor: ePubLibre
publicado: 2023-01-01T00:00:00+00:00

III

Sin embargo, mientras me vestía para la cena, la idea cambió de piel como solo un ser vivo es capaz de hacerlo. Percibí en George Isley ese gran interrogante que no había estado allí antes. Por supuesto, todos tenemos algún interrogante y lo llevamos de un lado a otro, aunque en la mayoría de los casos rara vez se hace visible hasta el final. En George Isley era visible en su halo, a pesar de estar en la flor de la vida. Lo llevaba como una delgada cimitarra curva sobre la cabeza. Tan lleno de vida y, sin embargo, parecía voluntariamente muerto. Porque, aunque mi imaginación buscaba alguna explicación plausible, no lograba avanzar más allá de una respuesta negativa… de que cierta energía en él, totalmente desconectada de la mera salud física, hubiera desaparecido. Era algo más que la ambición, creo, porque incluía la intención, el deseo, así como la confianza en uno mismo. Era la propia vida. Ya no estaba en el Presente. Ya no estaba aquí.

«Algunos países dan y otros quitan… me resulta difícil controlar Egipto. Lo encuentro…», y luego ese simple adjetivo no complejo, «fuerte». En su memoria y experiencia toda la tierra había sido cartografiada para él; a Egipto, entonces, le quedaba enseñarle esta nueva maravilla. Pero no el Egipto de hoy; era el Egipto desaparecido el que le había robado su fortaleza. Lo había descrito como subterráneo, oculto, a la espera… De nuevo sentí un leve escalofrío… como si algo reptara secretamente desde mi fuero interno para compartir la experiencia con él y como si mi empatía implicara un consentimiento voluntario de que así debería ser. Con la empatía siempre debe haber un abandono del yo personal; cada vez que yo sentía esta empatía, me parecía que algo me abandonaba. Pensaba en círculos y no llegaba a ningún punto definido en el que pudiera reposar y decir «eso es; lo entiendo». La actitud dadivosa de un país era fácilmente comprensible, pero esta idea de robo, de privación, me desconcertaba. Un oscuro temor se apoderó de mí… por mí mismo, pero también por él. Sin embargo, durante la cena, en la que me invitó a su mesa, la impresión se desvaneció en gran parte y me culpé de caer en exageraciones femeninas; pero, mientras hablábamos de aquellas aventuras en las que pasamos tantos días juntos en otras tierras, se me ocurrió que apenas mencionamos el presente. Ignoramos el hoy. Por lo visto, sus pensamientos fluían más con más facilidad hacia atrás. Y cada aventura llevaba, como por su propio peso e impulso natural, hacia otra cosa: la enorme gloria de una edad desaparecida. El Antiguo Egipto era «el hogar» en este juego misterioso que la vida juega con la muerte. La específica gravedad de su ser, por no hablar de momento de la mía propia, se había movido descendiendo, alejándose, hacia atrás y abajo o, como lo expresó él, bajo tierra. La sensación que experimenté de hundimiento fue literal.

Me sorprendí preguntándome qué le habría llevado a este hotel en concreto.

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