De la boca del caballo sale la verdad by Meryem Alaoui

De la boca del caballo sale la verdad by Meryem Alaoui

autor:Meryem Alaoui [Alaoui, Meryem]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 2022-09-01T00:00:00+00:00


OCTUBRE

Martes 19

Hamid (mi exmarido, no el bobo del garaje) salió del hoyo que se lo había tragado. Hacía bastante tiempo que no había dado señales de vida. De pronto apareció un número con una ristra de cifras en la pantalla del móvil, supe que era una llamada del extranjero. Pensé que sería la holandesa que quería contarme algo nuevo.

Cuando respondí, era él. Necesitaba un millón y medio de rials, me dijo. Un tipo podía solucionarle sus papeles en poco tiempo por tres millones. Pero él no había podido juntar la suma necesaria debido a la crisis que hay allá. Dijo que la cosa estaba difícil. No sé por qué este me contaba su vida, como si yo fuera su madre. La cosa está difícil para él y para mí. ¿Y qué?

Además, aunque quisiera ayudarle, ¿de dónde voy a sacar un millón y medio de rials? A este tío todo le parece coser y cantar. Me llama, pide quince mil dírhams y luego se sentará a esperar, con un café con leche delante, a que le llegue el dinero. Este se cree que una se pone a parir billetes, ¿o qué? ¿Que mensualmente, en lugar de la regla, me bajan dírhams en las bragas?

El único esfuerzo que hace el tío es caminar los doscientos metros que lo separan del bacal adonde le envío el dinero. Y para colmo, igual es la puta esa la que va a recogerlo en su nombre.

Lo que me divierte, al menos, es que haya conseguido la mitad. Seguro que su mujer es la que ha aflojado la pasta. Pero, bueno, no es asunto mío. Me tengo que ir a trabajar.

Son las once de la mañana y aún no he puesto el pie fuera. Hoy no hace bueno. Recojo rápido la mesa del desayuno, dejo el plato con el aceite de oliva que ha sobrado en la balda de la cocina, me pongo la chilaba y salgo.

Estoy harta de la resaca que siento cada mañana. Solo se me pasa con un vaso de vino. Me dirás que más vale eso que las porquerías de pastillas que toma Rabea. La mayor parte del tiempo, no recuerda lo que ha hecho el día anterior. Incluso no sabe en qué se ha gastado el dinero.

No quiero pasar delante del garaje, así que doy un rodeo. No me apetece cruzarme con Hamid. Quiere una parte de lo que me ha dado la holandesa. Y eso que le había avisado que se las arreglase con ella y, aunque no tiene idea de cuánto es, quiere chupar del bote.

Quizá se arrepiente de no haberle sacado más. O la ha ordeñado bien, pero ha pensado que dos vacas lecheras valen más que una. Quién sabe.

Las chicas están en la escalinata del mercado. Menos Samira. Seguramente ha subido a su cuarto con alguien. Están sentadas, hablando de lo que se han disparado los precios: de la harina, del té, de los tomates. Cuando se quedan sin nada que decir sobre eso, se callan. Las que tienen tabaco están fumando.



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