Cuerpos by Noemí Casquet

Cuerpos by Noemí Casquet

autor:Noemí Casquet [Noemí Casquet]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2021-08-31T16:00:00+00:00


XX

El baile

Antes de adentrarme en el submundo pijo madrileño, busco en Google los mejores bares donde se mueve la gente con pasta, pero con pasta de verdad. Me salen varias sugerencias: «Los diez rincones más exclusivos de Madrid», «Piérdete en la capital con estos lugares de lujo», «Este es el lujo madrileño que debes conocer»; decido hacer clic en cualquiera y documentarme a toda prisa. Tras visitar varias páginas, me decido por El Dorado Club, en pleno barrio de Salamanca. Perfecto.

Cierro la puerta y no tardo en parar un taxi. Le doy la dirección y me mira a través del retrovisor, esta vez no con deseo, sino con ciertas incógnitas, como por ejemplo qué hace una pija como esta en pleno Vallecas. Yo sonrío con inocencia y dulzura, intento recordar aquellos gestos más característicos de Laura la Perfecta, la de verdad. Los ricos saben cuándo eres rica o estás desesperada, cuándo quieres pegar un braguetazo o cuándo has nacido en una buena cuna y te da igual todo. A diferencia de mí, claro, que no tengo ni puta idea de cómo actuar o comportarme. Tengo más posibilidades de cagarla como Laura que como Electra y, aun así, ambas están lejos, muy lejos de las infinitas posibilidades que tengo de cagarla siendo Ruth.

—Es aquí, ese es, El Dorado Club. Son veintitrés con treinta —dice el taxista. Sonrío, saco la tarjeta y pago.

El Dorado Club es el lugar por excelencia de los Cayetanos y Cayetanas en Madrid. Un local de dos plantas donde abundan los flequillos repeinados, las bermudas en pleno invierno o las camisas de algodón grueso en pleno verano. Porque para ser un buen pijo madrileño debes tener el termostato corporal un tanto alterado.

Una puerta gigantesca de cristal me da la bienvenida junto con dos alocasias plantadas en macetas doradas más grandes que mi casa. Al entrar, el ambiente es moderno y elegante, con un aura que me resulta incluso ficticia. La iluminación es azulada —¿a alguien le sorprende? No, a nadie— y en el centro del local predomina una gran barra donde sirven cócteles. Algunas mesas se distribuyen a su alrededor y, como son las doce y media, todavía hay personas que apuran sus platos y postres. Una chica con traje me saluda en la entrada.

—Buenas noches, señorita. Bienvenida a El Dorado Club. ¿En qué te puedo ayudar?

—Buenas noches. —¿Los pijos darán las buenas noches igual que el resto de los mortales?—. Me gustaría tomar algo.

—Pues mira, te cuento. ¿Es la primera vez que vienes?

—Sí, es la primera.

—Perfecto, la zona de abajo es la parte del restaurante, más tranquila. Si quieres una copa, puedes beberla en la barra. Después tenemos la parte de arriba, que es más estilo discoteca, con música y sofás para tomarte algo y bailar.

—Creo que prefiero la zona de arriba —digo.

—Genial, acompáñame, por favor.

La chica mueve el culo de forma exagerada y su cinturita parece que se va a romper de un momento a otro. Sube una escalera ancha con luces de neón tenues que nos lleva a otro lugar totalmente distinto.



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