Cuentos reunidos by Esther Seligson

Cuentos reunidos by Esther Seligson

autor:Esther Seligson
La lengua: eng
Format: epub
editor: Malpaso Ediciones
publicado: 2017-07-14T00:00:00+00:00


CAMINO

Tu crois que c’est l’oiseau qui est libre.

Tu te trompes, c’est la fleur…

EDMOND JABÈS

Codorniz Pinta (Cyrtonix montezumae). Ave que algunos autores consideran la más bella de las gallináceas de México. Vive en bandadas de cinco a diez individuos en bosques templados de pino y encinares. El macho tiene la cara y el pecho bien marcados con negro y blanco; las plumas de la corona alargadas formando un pequeño capuchón; la espalda y las alas moteadas de pardo gris y negro; los flancos negro azulosos con puntos blancos. La hembra es semejante, pero tiene la cabeza y el cuello moteados de pardo y el capuchón más pequeño… Existen otras muchas variedades de codornices de diverso colorido distribuidas en distintas partes de la República.

Inclinados sobre el libro avasallamos literalmente los renglones y las imágenes en busca de una información más amplia —¿qué otras variedades?, ¿qué colorido?, ¿por qué las usan en los sacrificios?, ¿dónde anidan y cómo se recogen sus huevecillos?—, de respuestas claras a tanta pregunta azorada, al misterio de una sangre que se ofrenda como sortilegio, de unas plumas que son voto y vestido, dádiva y adorno, de un cuerpo que es sahumerio y es magia. Tampoco don Jesús quiere hablar, avaro de su quehacer artesanal, se resiste a enseñarnos el secreto para hacer de los huevos de codorniz primorosos recipientes jaspeados de moreno oliváceo, rojizo y blanco, perfectas cascaritas tan brillantes que él bruñe, talla y repule una y otra vez en un silencioso dejarse ir sabe Dios hacia qué hondos lejanos recuerdos de cuando también fue niño, o de los días en que chapoteaba entre los tulares de la laguna buscando el ahuautle de los mosquitos, o los bledos del agua, para llevárselos a la abuela y que los vendiera en el mercado, días de andar suelto sin beneficio —pues a los oficios dicen que se les encuentra en el sueño—, mecapalero, baladrón entre cojos y mendigos, comparsa de saltimbanquis y tahúres, huérfano entre aquellos a quienes espantó el rayo y quedan como desatinados, curanderos de la legua, echadores de buenaventura, días en que de alguna manera se le fueron metiendo en la cabeza y en las venas el conocimiento y la cordura, una ciencia de mirarle dentro de los ojos a la gente y espantarle el mal, un saber palpar las carnes, los huesos, moler hierbajos en el tecajete, refunfuñón, se hizo viejo de pronto, solo, sermoneador con los niños, le calentaba la boca hablarles de tiempos sin memoria, de vírgenes-culebra de piel muy blanca y relumbrante como espejo, de otras tantas cuyo rostro morado, amarillo y blanco era nomás grano de mazorca tierna, de terribles señores dueños de vientos y de almas, puro aire de húmeda calcinación, de Tezcatlipoca, dios mancebo siempre que baja del cielo por una soga anudada con hilos de araña y todo lo ve y todo lo escucha, de númenes que exigían oblación de pan amasado con miel, desuello, desmembramiento y decapitación, pormenorizaba asegún el susto que



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