Cuentos Amorosos Chinos by Anónimo

Cuentos Amorosos Chinos by Anónimo

autor:Anónimo
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2015-04-19T00:00:00+00:00


El Monasterio Del Loto Precioso

En la ciudad de la Pureza Eterna había una vez un gran monasterio dedicado al Loto Precioso. Contenía centenares de celdas, y su extensión cubría varios miles de hectáreas. Su riqueza y prosperidad se debían a la posesión de una famo­sa reliquia.

Los bonzos del monasterio, unos cien, vivían rodeados de lujos; y los visitantes podían estar seguros de ser recibidos por uno de ellos desde el momento en que entraran, y de ser invitados a tomar té y pasteles. Ahora bien, en el templo ha­bía una Capilla de los Chiquillos, que tenía fama de poseer una virtud milagrosa. SÍ se pasaba la noche en ella queman­do incienso, las mujeres que querían tener un hijo, conse­guían un hijo.

En torno a la sala principal había varias celdas. Las mu­jeres que deseaban tener hijos habían de estar en pleno vi­gor de la edad y libres de toda enfermedad. Solían ayunar por espacio de siete días, y luego pasaban al interior del templo a postrarse ante Fo y consultar las varitas de adivi­nación. Si los presagios eran favorables, pasaban una noche entera encerradas a solas en una de las celdas con el hn de orar. Si los presagios eran desfavorables, era debido a que sus plegarias no habían sido bastante sinceras. Los bonzos les hacían saber esta falta, y ellas volvían a empezar de nue­vo sus siete días de ayuno antes de regresar otra vez a sus devociones.

Las celdas no tenían abertura ninguna en su paredes, y cuando una penitente entraba en una de ellas sus familiares y dependientes solían ir a instalarla. En cuanto llegaba la no­che, quedaba encerrada bajo llave en la celda y los bonzos in­sistían en que uno de los miembros de la familia tenía que pasar la noche ante la puerta de la celda, para que ninguno pudiera abrigar la menor sospecha de que la mujer hubiese recibido la visita de nadie. Cuando la mujer regresaba a su hogar, el pequeño estaba ya formado. Siempre nacía rollizo y hermoso y sin ningún defecto.

Además no había casa, ya fuera de los funcionarios públi­cos o de la gente del común, que no enviara a uno o dos de sus miembros a orar en la Capilla de los Chiquitines. Y las mujeres llegaban a ella hasta de las provincias.

Cada día el gentío que llenaba el monasterio era compa­rable a las montañas o al mar, y todo el lugar estaba lleno de los más alegres rumores. Ya no llevaban ningún registro de los dones que continuamente llovían sobre ellos. Cuando se les preguntaba a las mujeres en qué forma, durante la no­che, había el P'u-sa hecho que su respuesta fuera inteligi­ble, unas contestaban sencillamente que Fo les había dicho en sueños que tendrían un hijo. Otras decían que habían soñado que había llegado un león que se había acostado junto a ellas. Algunas afirmaban que no habían tenido nin­gún sueño. Las últimas se sonrojaban y se negaban a con­testar. Algunas de las mujeres ya no repetían más aquellas oraciones; otras, por el contrario, acudían al templo tan a menudo como les era posible.



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