Contra los profesores Libros I-VI by Sexto Empírico

Contra los profesores Libros I-VI by Sexto Empírico

autor:Sexto Empírico [Sexto Empírico]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Filosofía
editor: ePubLibre
publicado: 0200-01-01T00:00:00+00:00


32 pues cuando no regía ninguna ley cada uno defendía sus derechos con la fuerza, igual que está permitido

a los peces, fieras y aves voladoras

comerse unos a otros, puesto que no existe justicia entre ellos[208],

hasta que el dios, compadeciéndose de sus desgracias, envió a las diosas portadoras de leyes, que causaron en los hombres más admiración por haber puesto fin al canibalismo ilegal que no por haber civilizado la vida gracias a la 33 agricultura. Y por ello los astutos persas tienen prescrito, cuando muere su rey, pasar cinco días sin ley alguna, no para buscarse desgracias sino para aprender por experiencia cuán gran mal es la ausencia de ley, que trae consigo asesinatos, raptos y cosas peores si las hay, para que así se conviertan en más fieles guardianes de sus reyes.

34 Ahora bien, la retórica ha sido sin duda introducida para ir contra las leyes. Y una prueba de mucha envergadura es lo que sucede entre los bárbaros: entre ellos o no existe en absoluto la retórica o muy escasamente, y sus leyes permanecen a salvo de zozobras, mientras que entre quienes permiten la retórica las leyes cambian cada día, así entre 35 los atenienses, como dice Platón, el poeta de la Comedia Antigua[209]; dice, en efecto, que si uno pasa tres meses fuera ya no reconoce la ciudad sino que, igual que los paseantes nocturnos, al regresar pasa de largo las murallas —como les ocurre a algunos correos persas—, pues en lo que 36 respecta a las leyes la ciudad ya no es la misma. Y que la retórica va en contra de las leyes es algo que resulta evidente si uno se fija en los principios que proponen en sus perversos manuales. En efecto, tan pronto recomiendan atenerse al tenor exacto de las palabras del legislador, en la idea de que son claras y no necesitan explicación alguna, como cambian de parecer y recomiendan seguir no el tenor exacto de las palabras sino su intención. Pues —dicen— el 37 legislador que propone castigar a quien levanta un objeto de hierro contra alguien no propone castigar a quien levanta uno de cualquier forma (por ejemplo un anillo)[210] o a quien levanta un objeto de cualquier clase (por ejemplo una aguja), antes bien, si investigamos a fondo cuál ha sido su intención, lo que ha querido es castigar a quien ha intentado dar muerte a un hombre. Y a veces aconsejan leer las leyes 38 amputadas y sacarles a los fragmentos que quedan un sentido diferente. Y muchas veces distinguen expresiones ambiguas procurando darles el significado que les conviene, y así millones de artificios más destinados a trastocar las leyes. De ahí que el orador bizantino, cuando le preguntaron cómo estaban las leyes en Bizancio, contestara: «Como a mí me viene en gana». Pues igual que los prestidigitadores 39 se sustraen a la vista de sus espectadores gracias a sus rápidos movimientos de manos, así también los oradores con su trapacería enturbian el entendimiento de los jueces y les arrebatan sus votos sustrayéndose a la ley.



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