Constance by Matthew FitzSimmons

autor:Matthew FitzSimmons [FitzSimmons, Matthew]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 2021-09-01T00:00:00+00:00

18

Con se preguntó más tarde qué habría dicho a continuación si no se hubieran oído unos golpes en la puerta. Tal vez fuera porque ya llevaban varias horas allí y estaba agotada, pero habría soltado casi cualquier cosa con tal de salir de aquella sala de interrogatorios. Incluso habría entregado a Levi Greer al detective. Cuando lo conoció, le pareció un cachorrito grande y triste, pero estaba empezando a albergar dudas acerca de él; se había hecho el inocente y no había mencionado la existencia de una posible aventura amorosa ni ninguna pelea con el original de Con. Pero los golpes en la puerta la interrumpieron, y dio marcha atrás en lo que estaba pensando decir. Clarke hizo un gesto de fastidio, como un boxeador al que la campana le roba el KO en el último segundo, y miró furioso al policía de mandíbula cuadrada que asomó la cabeza por la puerta de la sala.

—Detective —dijo el policía—, ¿tiene un minuto?

—¿Qué es lo que quiere? ¿No ve que estoy ocupado?

—Le conviene ver una cosa.

Algo había en su tono de voz que captó la atención de Clarke. De mala gana, le dijo a Con que no se moviera del sitio y salió con el agente al pasillo. Estuvo fuera como un minuto y volvió a entrar con cara de preocupación.

—Vámonos. Tenemos que trasladarla.

Al ver que ella no se movía lo bastante deprisa para su gusto, la agarró por el brazo, la sacó por la puerta y la llevó hasta los ascensores.

—¿Qué es lo que pasa? —preguntó Con, resentida de que la trataran con aquellos modales.

—Ha venido Franklin Butler.

Ella cerró la boca de golpe. Daba igual qué tipo de amenaza representaba Darius Clarke, porque palidecía en comparación con Franklin Butler y sus Hijos de Adán. No le gustaba imaginar lo que harían si la atraparan. Se abriría la veda. Todas las siniestras advertencias que le había hecho Vernon Gaddis acerca del estado de Virginia se convertirían en realidad.

—¿Qué es lo que quiere? —preguntó.

Clarke la miró como si ella fuese el alumno más inepto de una clase de recuperación.

—El cadáver de la esposa asesinada de un deportista profesional ha sido descubierto por su clon. Dos de los principales medios de comunicación ya están en la calle, y los demás no tardarán en presentarse aquí. ¿Qué le parece a usted que quiere?

En fin, dicho así, era posible que Clarke tuviera un poco de razón. Y en cuanto a lo que quería Franklin Butler, ¿qué era lo que quería siempre sino llamar la atención? ¿Y qué mejor sitio donde obtenerla que Virginia, en una comisaría de policía en la que tenían retenido a un clon? Si a ello se sumaba la presencia de los medios de comunicación de ámbito nacional, era una oportunidad hecha a medida para su marca de autoexaltación y fanfarroneo. Pero, conociendo a los Hijos de Adán, aquello podía tornarse peligroso rápidamente: la noticia atraería a todos los detractores acérrimos de la clonación que hubiera en cien kilómetros a la redonda.

—¿Cuántos son? —preguntó Con.

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