Como desees by Anabel Botella

Como desees by Anabel Botella

autor:Anabel Botella [Botella, Anabel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Juvenil
ISBN: 9788490431078
editor: kms
publicado: 2013-05-22T22:00:00+00:00


16

Gomorra

Jueves madrugada, 5 de julio de 2012

Después de que se llevaran a Niko y a Alba en ambulancia volvió a reinar el caos a las puertas del casino. Además de los bomberos vinieron dos patrullas de la Guardia Civil para tomar declaración a Nando, el cual permanecía en un rincón sin levantar cabeza. Kike estaba a su lado y, por cómo se comportaba, también se encontraba hecho polvo.

Varias personas rodeaban a los mellizos, entre ellos sus padres y el padre de Belén, que estaba fuera de sí. Hubo gritos, empujones, lloros e incluso conatos de pelea. Los respectivos padres de Nando y de Belén llegaron a las manos. Dani y un compañero suyo tuvieron que separarlos, aunque necesitaron refuerzos para que no se volvieran a enganchar.

—¡Voy a matar a tu hijo como le haya pasado algo a mi hija!

—¡Cuida esa boca! —le recomendó el padre de Nando a voz en grito—. Mis hijos son buenos chicos. No han hecho nada.

—Mi hermano es inocente —replicó Kike—. Esto tiene que ser un error. Yo he estado con él después de que la acompañara a casa.

—¿Sí? ¿Y dónde está mi hija? ¿Qué habéis hecho con ella? —gritaba el padre de Belén.

Cristóbal juntó las manos como si estuviera rezando y las agitó repetidamente, interponiéndose entre ambas familias.

—Tranquilidad. No sabemos qué ha pasado aquí. —Su voz intentaba transmitir paz.

—Mi hermano y yo solo hemos ido a dar una vuelta y luego hemos regresado para cortar la tarta y hacer el brindis… —contestó Kike por Nando, que estaba como ausente y no parecía enterarse de nada.

—Sois unos cabrones —los amenazó el progenitor de Belén con el puño en alto—, pero ya ajustaremos cuentas.

—Cálmate, Pedro, que te vas a buscar la ruina —le respondió un hombre agarrándolo del cuello.

—Llevaos a Pedro de aquí —pidió Cristóbal.

—La ruina ya me la han buscado estos niños de papá. ¿Dónde está mi Belén? —gimió—. Por favor, devolvédmela…

Cayó al suelo derrotado y comenzó a llorar sin consuelo. Era duro ver llorar a un hombre tan grande sin poder hacer nada por él. Mamá me decía de vez en cuando que las lágrimas no duelen, sino el motivo que las causa.

—Venga, Pedro, te voy a poner una inyección. —El padre de Begoña, que era médico, resolvió administrarle un calmante y que descansara unas horas.

Tuvieron que levantarlo entre cinco hombres para cargarlo en el coche.

—Pobre hombre. La única hija que tiene y a saber dónde está —dijo la madre del panadero señalando a los mellizos con el abanico que llevaba en la mano.

—Señora, cállese, por favor, no sabemos si han sido ellos —le cortó un guardia civil.

—¡Huy, a ver si no vamos a poder hablar!

—Si ya sabíamos que Kike iba a acabar mal —comentó la beata—. Si es que pasarse todo el día con el ordenador no puede ser nada bueno.

—Les recomiendo que se guarden para sí sus opiniones si no quieren que alguien más termine herido esta noche. Es mejor que se marchen a sus casas. —El guardia le hizo un gesto con la mano—.



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