Comer animales by Jonathan Safran Foer

Comer animales by Jonathan Safran Foer

autor:Jonathan Safran Foer [Foer, Jonathan Safran]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Ciencias sociales, Salud y bienestar
editor: ePubLibre
publicado: 2009-01-01T05:00:00+00:00


En Michigan, un trabajador[368] que reparaba una de esas lagunas se mareó por el olor y cayó dentro. Su sobrino de quince años saltó para salvarlo, pero también se mareó; el primo del trabajador saltó para salvar al adolescente pero se mareó; el hermano mayor del trabajador saltó para salvarlos pero se mareó, y finalmente saltó el padre del trabajador. Todos murieron hundidos en mierda de cerdo.

Para empresas como Smithfield, se trata de un análisis de costes y beneficios: pagar multas por contaminar es más barato que abandonar todo el sistema de granjas industriales, que es lo que debería hacerse para realmente poner fin a toda esa debacle.

En los contados casos[369] en que la ley impone ciertas restricciones a empresas como Smithfield, estos a menudo encuentran la forma de soslayar las reglas. El año antes de que Smithfield construyera el mayor matadero y procesador del mundo en Bladen County, la legislación de Carolina del Norte revocó el poder de los condados para regular las granjas porcinas industriales. Muy conveniente para Smithfield. Quizá tampoco sea una coincidencia que el antiguo senador del estado que fomentó esa oportuna desregulación, Wendell Murphy, sea hoy directivo de Smithfield y anteriormente director general y director ejecutivo de Murphy Family Farms, una explotación industrial porcina que Smithfield adquirió en el año 2000.

Unos años después de esta desregulación de 1995, Smithfield derramó más de veinte millones[370] de residuos en el New River de Carolina del Norte. Dicha acción sigue siendo[371] el mayor desastre ecológico de su naturaleza y es dos veces mayor que el icónico caso de vertido del Exxon Valdez, ocurrido seis años antes. El vertido contenía[372] suficiente estiércol líquido para llenar 250 piscinas olímpicas. En 1997, tal y como informó el Sierra Club en su condenatoria «Crítica a las fábricas de animales», Smithfield fue multado[373] por nada menos que siete mil violaciones de la Ley de Aguas Limpias: es decir, una media de veinte violaciones diarias. El gobierno estadounidense acusó a la empresa de vertidos ilegales de residuos en el río Pagan, que desemboca en la Bahía de Chesapeake, y de falsificar y destruir los rastros para ocultar dichas actividades. Una infracción podría ser accidental. Incluso diez. Siete mil indican un plan. Smithfield recibió una multa de 12,6 millones de dólares, lo que en principio parece una victoria de la causa contra las granjas industriales. En ese momento, esos 12,6 millones de dólares[374] suponían la multa más elevada en temas de contaminación jamás impuesta en Estados Unidos, pero resulta una cantidad ridícula[375] frente a una empresa que gana esos 12,6 millones de dólares cada diez horas. El antiguo director de Smithfield, Joseph Luter[376] III, recibió 12,6 millones de dólares en opciones sobre acciones en 2001.

¿Cómo ha reaccionado el público consumidor de carne? En líneas generales, hacemos un poco de ruido cuando la contaminación alcanza proporciones casi bíblicas; luego Smithfield (o la empresa que sea) se lamenta y, tras aceptar sus disculpas, seguimos comiendo sus productos. Smithfield no sólo sobrevivió a estas acciones legales, sino que ha crecido.



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