Coco by Cristina Sánchez-Andrade

Coco by Cristina Sánchez-Andrade

autor:Cristina Sánchez-Andrade [Sánchez-Andrade, Cristina]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2006-12-31T16:00:00+00:00


14

El trecho abierto, piensa Coco a tan sólo un metro de la bala que va a matarla, y sonríe. ¿Pero cuántas horas hay en un metro? ¿Cuántos minutos? La distancia entre lo que uno es y lo que está llamado a ser, el ser que se escapa incesantemente…, lo que somos para nosotros mismos frente a lo que somos para otros. ¿Será posible que todavía ahora, a punto de morir, siga recorriendo el camino?

Siempre en camino hacia muchos sitios, en la senda hacia uno mismo, que es la más larga y tortuosa del mundo. Pensó en el gran duque Dimitri y se dijo: je.

Un hombre más bien feo, de huesos finos de niñato y labios carnosos, políglota y cosmopolita, gran duque de Rusia y primo del zar, paseando por las calles de París con la hija de un mercachifle de botones y una pobre desdentada.

No estaba enamorada, pero me divertía. Había conseguido compensar su fealdad con una simpatía cultivada desde su infancia para no desmerecer de sus hermosos familiares. No estaba enamorada. Desde que murió el inglés, yo misma me había prohibido el amor. Uno come un delicioso plato condimentado que le sienta mal al estómago, ¿y qué hace? Pues, sencillamente, no volver a comerlo. Prohibírselo.

En todo caso… ¿existe el amor?, ¿existe el amor tal y como algunos creen?, ¿o es que al egoísmo disfrazado le llaman eso, «amor»?

Existe el amor; sí. Pero únicamente el amor hacia uno mismo. La incesante lucha contra la soledad. Quien no teme la soledad, no busca el amor. A mí la soledad siempre me ha producido horror y, sin embargo, he vivido en una soledad total. El amor hacia un hijo que es, según dicen, el más puro, no es más que amor hacia la carne propia, los pelos, los labios y la sangre, hacia el hígado. Dimitri me enseñó a gozar de la vida…, a disfrutar de lo pequeño, a no tener horarios. Eres un gorrión, me decía, que alimenta a sus polluelos, a los clientes, hasta la extenuación. El autosacrificio. Tú o el pájaro, no os sentís bien si no os «sacrificáis»…

Dimitri, huérfano de madre, había sido educado por institutrices inglesas (altas, feas y desabridas, según explicó) que le convirtieron en víctima de dos poderes malignos: la excentricidad y el aburrimiento. Evidencia de la primera eran su gusto por lo exótico, aunque a veces ese exotismo pasase por saltar una cerca y acariciar a una vaca que pastaba en las praderas, o tumbarse bajo el sol un día sin viento. El aburrimiento le llegaba en cualquier momento, en medio de una recepción en palacio, de una conversación con un ministro o cortándose las uñas del pie en su cuarto de baño. Lo más curioso en él eran sus manos, extrañas prolongaciones de los bracitos larguísimos, salpicadas de manchas de viejo prematuro. Frente al pasado desenfocado de Coco, el suyo era nítido como un amanecer de verano. Como era un hombre propenso a los recuerdos, le contó a Coco que su madre había muerto poco después de tenerle a él.



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