Claire se queda sola by Marian Keyes

Claire se queda sola by Marian Keyes

autor:Marian Keyes [Keyes, Marian]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Humor
editor: ePubLibre
publicado: 1995-01-01T05:00:00+00:00


Capítulo 18

El tiempo había llegado a ralentizarse hasta llegar a un punto muerto durante mi etapa de Endemoniada Madre Alcohólica (y de Endemoniada Hija Alcohólica y de Endemoniada Hermana Alcohólica, para ser exacta). Pero ahora que comenzaba a vivir de nuevo, el tiempo empezaba a trotar alegremente y antes de que pudiera darme cuenta ya corría al sprint.

Los días pasaban volando, igual que en las películas cuando el director pretende expresar la fugacidad del tiempo, a saber, las páginas de un calendario giran aceleradamente bajo un viento huracanado. Páginas que revolotean junto a las amarillentas hojas de los árboles que anuncian la llegada de los días otoñales y que, después, combinadas con ráfagas de nieve, sirven para indicar la entrada del invierno.

El fin de semana pasó volando. Claro que a una holgazana como yo la diferencia entre fin de semana y días laborales le traían sin cuidado. Para mí todos los días eran fiesta.

Pero de repente ya era lunes por la mañana. James habría regresado del Caribe. O de Mustique. O de algún islote privado cercano a la costa del cielo. O de donde fuese que hubiera ido, el muy cabrón infiel.

Con que iba a tener que llamarle. Pero ahora me sentía más tranquila al respecto. Lo que hay que hacer hay que hacerlo.

Claro que me resultaba muy sencillo mantener la calma en lo concerniente a James porque estaba angustiada con lo de Adam.

Se me hacía un tanto cuesta arriba estar embrollada con los dos a la vez. Transferencia emocional, etcétera, y un merecido aplauso para el doctor Freud.

Pero antes de llamar a James me esperaba una alegría aquel lunes por la mañana. Era mi sexta semana, tocaba revisión posparto con el médico.

Parecía que la diversión en que me hallaba inmersa nunca iba a acabar.

Se trataba de un acontecimiento simbólico, un hito.

Era una forma de reconocimiento de que el parto había sido un éxito. Algo así como cuando dan una fiesta después de estrenar una película. A excepción de que en las fiestas, tras el estreno de una película, los actores y los miembros del equipo de rodaje no tienen que ir por ahí colocando los pies en unos estribos mientras hombres desconocidos examinan sus partes íntimas.

A no ser que se presten voluntariamente, claro.

Kate también tenía visita en la clínica infantil. Así que las dos nos marchamos en el coche.

Estaba orgullosa de mí misma. Cada día que conseguía levantarme de la cama, en plenas facultades, aún me parecía un tanto milagroso. Vivir, con todos los deberes y responsabilidades que comporta, volvía a ser un auténtico placer.

Anteriormente, Kate ya había estado en la clínica en un par de ocasiones. Para ella no suponía ninguna novedad. Pero yo aún no estaba preparada para hacer frente a la algarabía de llantos que nos recibieron al llegar. En la sala de espera parecía haber miles de bebés vociferando junto a sus agobiadas y angustiadas madres. De hecho, algunas madres lloraban más que sus propios hijos.

—¡Lo que daría por que se callase! —decía una mujer a lágrima viva—.



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