Chris by Paul May

Chris by Paul May

autor:Paul May [May, Paul]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 1978-01-01T00:00:00+00:00


11

Ante las señas de Chris, la barredora municipal se detuvo con un bufido sofocado. El conductor asomó la cabeza por la ventanilla de la cabina. Era un hombre de cabello cano y rostro somnoliento. Vestía un gastado uniforme gris, y mascaba chicle con desgana. Escuchó la pregunta de ella, mientras la miraba de arriba abajo, rascándose la barbilla. Se tomó su tiempo para responder, y Chris pasó mentalmente revista a su propio aspecto. Una joven con el rostro hinchado y las zapatillas enlodadas debía de resultar sospechosa a aquellas horas de la noche.

Finalmente, el hombre estiró su brazo derecho, señalando al fondo de la calle.

—Sigue por la avenida, hasta llegar a aquella gasolinera —explicó—. ¿La ves? Ésa que tiene luces verdes de neón. —Chris asintió con un gesto animoso—. Bien, allí tuerces a la izquierda; dos calles más abajo verás la parada de autobuses. Las taquillas están dentro del edificio, junto al bar.

—Gracias —dijo Chris—, ha sido usted muy amable.

Caminó dos o tres pasos, cojeando. Se había torcido un tobillo en su salto desde la ventana del desván, y le dolía como mil demonios cada vez que apoyaba el pie. Pero si había llegado hasta allí, se dijo, no desfallecería en el escaso trecho que aún le restaba por recorrer.

—¡Eh, chica! —Chris, se volvió lentamente. El conductor de la barredora la observaba, con los brazos en jarras—. No te habrás escapado de algún sitio, ¿verdad?

—¿Y si así fuera? —Hubo un temblor de desafío en la voz de Chris.

El hombre entrecerró los ojos, se mordió los labios, y luego se encogió de hombros.

—Procura que no te atrapen —dijo con una inesperada sonrisa.

Movió una de las palancas que brotaban junto a sus pies, y le hizo un guiño de despedida. La mole color naranja comenzó a vibrar y se deslizó lentamente hacia delante, mientras sus enormes cepillos giraban sobre el asfalto. Cuando la máquina pasó frente a ella, resoplando, Chris levantó la mano para saludar al conductor. La chica la miró alejarse y meneó la cabeza. Al fin y al cabo, pensó, no todo el mundo era una mierda.

Renqueando resueltamente, se encaminó avenida abajo y recorrió unos cuatrocientos metros, haciendo caso omiso de los punzantes mensajes de su pie herido y del calambre doloroso que atenazaba sus hombros, por más que cambiara de mano la maleta. Se detuvo bajo la verdusca luz de la gasolinera, que estaba prácticamente desierta. Atisbó el interior de la oficina encristalada y vio un único empleado que dormitaba tras el mostrador, entre latas de lubricantes y recambios mecánicos.

A un costado del edificio brillaba un cartel blanco, con una figurita de mujer en negro. Chris pasó junto al oscuro foso de engrase y se metió en el lavabo. Corrió el pasador, mientras lanzaba un suspiro de alivio, y dejó su maleta en el piso, junto a la puerta. Sobre un estante cubierto de plástico, había una pila de toallas limpias, varios peines y unos paquetes de jabón. Posiblemente la encargada había dejado su equipo preparado para la mañana siguiente.



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