Carta del más allá by Torcuato Luca de Tena

Carta del más allá by Torcuato Luca de Tena

autor:Torcuato Luca de Tena [Luca de Tena, Torcuato]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 1978-01-01T00:00:00+00:00


11

Me sentí súbitamente en levitación,

como si una fuerza desconocida quisiera elevarme

por encima del dolor y consolarme.

Todo esto es muy oscuro, próximo a lo ininteligible.

Atendedme bien los que me leáis. Hacedlo despacio y no a la ligera.

Cuantos hemos traspasado el límite de la vida mortal carecemos de Fe y de Esperanza, entendidas tal como las definen la doctrina y el lenguaje de los humanos.

Si por Fe entendemos creer en la existencia de Dios, no es eso lo que hay en mí. Porque yo no «creo» que Dios exista. Yo sé que existe Dios.

Entre el creer y el saber hay la distancia que va de la hipótesis al axioma; de la suposición a la certidumbre.

Creer es tener una cosa por probable; creer es dar por cierto lo que no está demostrado. Axiomático, en cambio, es lo incontrovertible, lo evidente.

Con la virtud teologal de la Esperanza acontece lo propio. Consiste en creer (¡de nuevo el verbo que supone!) que Dios nos dará en su día los bienes prometidos.

Y yo no supongo, no aventuro hipótesis. Yo sé. Y sé porque he visto.

¡Ah, pero hay una tercera virtud teologal que adquiere en las almas purificadas, o en vías de purificación, una intensidad inefable que está perfectamente definida en la lexicografía cristiana! Y ésta es la Caridad: el Amor a Dios y a sus criaturas. Hoy voy a referirme sólo a las criaturas.

En otro lugar dije que cuando mi alma esté totalmente purificada gozará de todas las cualidades de los cuerpos gloriosos: entre ellas la impasibilidad o incapacidad de padecer. ¡Pero yo no he adquirido aún esta cualidad! Lo recuerdo aquí para añadir que amor y dolor están intensísimamente ligados en la Caridad. Dolor por la separación de lo que más se ama, que es Dios[3]; y dolor por el conocimiento de las miserias de las criaturas a quienes se ama[4] ¡y a quienes no se deja de amar —⁠esto es muy importante entenderlo⁠— por muy grande que sea el dolor que produzca el conocimiento de sus miserias!

Y este dolor que no puede eludirse ni atemperarse es el que experimenté, cuando —⁠semanas más tarde del episodio precedente⁠— escuché decir a Pepe Ruiz, dirigiéndose a su jefe:

—Tenías razón, María Luisa; tus sospechas estaban fundadas. Emilia y Salvador son amantes desde hace varios años. Te haré un informe escrito que te sorprenderá.

Yo no tuve necesidad de que este escrito fuese redactado. Lo leí en la mente de Pepe Ruiz: sus encuentros secretos, el lugar donde se veían y el grado de su intimidad.

—Tenemos, por tanto —exclamó Pepe Ruiz con aire profesional⁠— un nombre más que añadir a la lista de sospechosos: Salvador Tierno.

Hubo un corto silencio.

—Hay que añadir uno más —exclamó Mónica mientras mordisqueaba el puntero de un lápiz.

—¿Un sospechoso más? —preguntó María Luisa.

—Por supuesto —insistió Mónica—: hay que añadir a la lista de sospechosos a Emilia, la viuda de Sebastián Casares.

Fue tan intenso el dolor de aquel espíritu a la intemperie que yo era, que experimenté algo semejante a lo que es el desvanecimiento en el cuerpo cuando éste ha llegado al límite de lo soportable.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.