Buscando a Zaida by Dylan Martins

Buscando a Zaida by Dylan Martins

autor:Dylan Martins [Martins, Dylan]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántica
publicado: 2019-11-30T23:00:00+00:00


Capítulo 12

—Buenos días —sonreí y me acerqué al verla aparecer por la cocina —¿Mejor?

—Sí y estoy hambrienta —gimió de placer al ver el desayuno, se acercó y me abrazó.

—Pues, poco a poco, no te voy a dejar que hagas una locura —levanté la ceja y la besé.

—Perdona por todo —dijo con tristeza acurrucada a mí.

—¿Qué dices? Ni te preocupes, haría lo que fuera por ti.

—No sabes cuánto valoro todo —su tono sonaba a triste.

—Ahora vas a desayunar lo que yo te ponga y nos vamos a ir a que te dé el aire, una vuelta no te vendrá mal.

—Vale.

Hicimos eso, desayunamos y nos fuimos a pasear por Sevilla, luego nos encontramos para comer con mis padres, así conoció a mi figura paterna, que era quien faltaba, pero la recibió de lo mejor. La trataron como si ya fuera mi prometida y eso es lo que yo deseaba, pero me daba miedo a hablar de futuro, algo me decía que habría algún, “pero” ...

Paseamos tras la comida y luego nos despedimos, nosotros volvimos a la casa, no quería cansar mucho más a Zaida.

—Sergio, me siento una intrusa —dijo con tristeza al sentarse en el sofá.

—No digas eso, jamás —le agarré las manos.

—Es que vinimos de forma precipitada y es como si me hubiera metido en tu vida sin previo aviso.

—Zaida, en mi vida entraste el día que te vi en el hospital, por eso mi búsqueda en tu país, así que no digas eso. Tenerte a mi lado, me hace sentir el hombre más feliz del mundo.

—Pero no en esta situación en la que estoy hecha una porquería.

—Pues eres mi porquería —reí abrazándola—. Ahora en serio, no te preocupes por nada, me hace muy feliz estar a tu lado.

Lagrimeó y la abracé con fuerza, la eché sobre mí y vimos un rato la tele, hasta que luego a la hora de cenar le di un caldo y nos acostamos, estaba loco por volverla a sentir mía, pero no me atrevía a tocarla, la veía débil y, ante todo, quería que se recuperara.

Por la mañana no estaba en mi cama, fui a la cocina y ahí estaba, escuchando música latina y preparando el café y unas tostadas.

—Buenos días ¡Pero bueno!, que bien te veo —la abracé.

—Buenos días, Sergio, me levanté genial, ni yo me lo creo.

—No vayas a tomar café aún, por favor —le imploré.

—Yo un zumo —me hizo un guiño —¿Qué planes hay para hoy? —preguntó de forma divertida.

—Ninguno, vamos a improvisar —la pegué a mí y la besé con fogosidad.

—¿Sabes?

—Dime, guapa.

—Tengo ganas de ir a una playa —se echó a reír.

—Pues mañana tiramos rumbo a Huelva o a Cádiz, tendrás playa, espero que no te me pongas de nuevo mala —arqueó la ceja.

—¡Me encanta! —aplaudió emocionada.

—Una pregunta, cambiando de tema… —Me senté —¿Tú no rezas?

—No —se encogió de hombros—, hace mucho tiempo que dejé de hacerlo.

—Es extraño con lo a rajatabla que lleváis la religión.

—Ya, pero, digamos que estoy en un punto de esos de rebeldía, no encuentro mi lugar en ese tema a pesar de que me la hayan inculcado de forma tan estricta.



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