Brilla entre las nubes by W. Ama

Brilla entre las nubes by W. Ama

autor:W. Ama [Ama, W.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Infantil, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2020-09-01T00:00:00+00:00


Capítulo 13

Despistes

—¡Hola, mamá! —dijo Gretta mientras dejaba la mochila del colegio en la entrada.

Mufy, que estaba tumbado sobre su cojín favorito, nada más ver a Gretta saltó a sus brazos.

—¡Hola, cariño! —Matilde le dio un beso—. Veo que vienes con hambre del colegio, ¿te apetece un poco de macedonia? Le he puesto un poquito de almíbar.

Gretta colocó a Mufy en una silla y se sirvió la fruta. La macedonia estaba puesta en un antiguo bol de cristal, que hacía tiempo que no usaban.

—¿Y esto? ¿Por qué has cogido el bol de la abuela? —Se extrañó la chica porque su madre lo guardaba para ocasiones especiales.

Mufy abandonó la silla y se cobijó en el regazo de Gretta, mientras maullaba desconsolado.

—Estás muy cariñoso, ¿eh?, pero yo tengo que merendar… —le susurró mientras le acariciaba.

—¿Te puedes creer que busqué el frutero naranja por toda la casa? —comentó Matilde—. Miré en el armario, en la despensa, dentro del lavavajillas, pero nada, ni rastro. Incluso miré en la lavadora por si me había equivocado de electrodoméstico.

—Ja, ja, ja, ¡un bol en la lavadora! —rio Gretta—. Pero mamá, ¡¿cómo lo ibas a haber metido ahí?!

—Uy, hija, pues cosas más raras he metido. —La mujer se llevó una mano a la frente—. ¿No te acuerdas de cuando metí las llaves del coche en la lavadora?

Madre e hija soltaron una carcajada. Aquel día Matilde había puesto la lavadora sin darse cuenta de que, en uno de sus pantalones, se había dejado olvidadas las llaves electrónicas del coche. Cuando la lavadora empezó a funcionar, a cada vuelta, el coche se abría y se cerraba como por arte de magia, o, más bien, como por arte de lavadora.

—¡Menos mal que cuando las rescaté seguían funcionando! —recordó Matilde con alivio.

—Yo sé donde está el bol naranja —dijo Gretta sintiéndose mal de que su madre hubiera estado buscándolo por toda la casa—. Lo cogí ayer para jugar con la nieve, y…

La chica se levantó de la silla y fue hasta la ventana de la cocina, desde donde se veía el jardín.

—Ahí sigue —señaló el lugar donde además del bol estaba el mocho de la fregona, un par de botones y una zanahoria, todo tirado por el suelo, sin rastro de la muñeca de nieve que ya se había derretido.

—A ver. —Matilde se asomó a la ventana—. Ya podía yo buscar dentro de casa, ya… —dijo entre risas.

—Pensaba que te lo ibas a tomar a mal. —Gretta respiró aliviada mientras Mufy trepaba por su pantalón.

—Bueno, anda, acábate la macedonia y sales al jardín a recoger el tenderete que tienes ahí montado —propuso Matilde mirando el reloj—. Aún tienes un buen rato hasta que comience la exposición.

—Vale. —Gretta volvió a sentarse para terminar de merendar, se metió varias cucharadas de fruta y cuando acabó se bebió el zumo del fondo que le estaba muy rico.

Mufy, imitando a Gretta, se relamió.

—Por cierto —se acordó Matilde—. Ni tu padre ni yo vamos a poder ir a la exposición.

—Bueno, me lo imaginé y por si acaso ya había quedado con mis amigas para ir.



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