Breve historia de la Corona de Castilla by José Ignacio Ortega Cervigón

Breve historia de la Corona de Castilla by José Ignacio Ortega Cervigón

autor:José Ignacio Ortega Cervigón [Ortega Cervigón, José Ignacio]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2015-04-01T04:00:00+00:00


A las ambiciones políticas de Juan Pacheco se opusieron Alfonso Carrillo, arzobispo de Toledo, Pedro Girón, maestre de Calatrava, y Diego Hurtado de Mendoza, marqués de Santillana, entre otros. La intriga política de estos años hizo cambiar el apoyo nobiliario indistintamente hacia la Corona o contra ella, como hizo el propio Pacheco y los Mendoza, que a partir de 1462 se convirtieron en valedores de la autoridad real. El monarca aragonés Juan II también se inmiscuyó en sucesivas ocasiones en la política castellana otorgando su ayuda a los enemigos de Enrique IV, a los que este se enfrentaba no con las armas, sino con concesiones y negociaciones. En este contexto se sucedieron decisiones difíciles de asumir sin atribuirlas, en parte, al carácter pusilánime del monarca: el nombramiento como heredero de su hermano Alfonso frente a su hija Juana, el destierro de Beltrán de la Cueva o la concesión del maestrazgo de Santiago a Juan Pacheco.

Los cronistas de la época han transmitido una imagen variable del monarca, según el grado de cercanía política hacia él. Así, Alonso de Palencia, en un tono bilioso, afirmaba que Enrique «usaba siempre de lúgubre aspecto, sin collar ni otro distintivo real o militar que le adornase; cubría sus piernas con toscas polainas y sus pies con borceguíes u otro calzado ordinario o destrozado. Cubría siempre su hermosa cabellera con feos casquetes o con cualquier indecorosa caperuza o birrete».

Por su parte, Enríquez del Castillo escribía que su comer más fue desorden que glotonería, por donde su complexión en alguna manera se corrompió, e así padecía mal de la ijada, y a tiempo, dolor de muelas; nunca jamás bebió vino. Y consumía azúcar «rosado», frutas confitadas, membrillos y otros remedios tradicionales: aguardiente con «ciertas tiras y vendas» y le hacían llevar ciertas reliquias de la iglesia de San Blas de Segovia cuando «estaua enojado de la garganta». De forma lacónica, Hernando del Pulgar le describía como «grand músico e tenía buena gracia en cantar e tañer e en fablar en cosas generales».

La sublevación de parte de la nobleza desembocó en una guerra civil (1465-1468) escenificada en la farsa de Ávila, donde se ofrecía la corona a su hermano Alfonso, de once años de edad. La muerte de este por un posible envenenamiento le dio la oportunidad de heredar el reino de Castilla a su hermanastra Isabel, en disputa con Juana la Beltraneja, discutida hija de Enrique IV, acusado de impotencia:

Los caballeros mandaron hacer un cadahalso fuera de la cibdad en un grand llano, y encima del cadahalso pusieron una estatua asentada en una silla, que descían representar la persona del rey, la qual estaba cubierta de luto. Tenía en la cabeza una corona, y un estoque delante de sí, y estaba con un bastón en la mano. E así puesta en el campo, salieron todos aquestos ya nonbrados al príncipe Alonso hasta el cadahalso. Donde llegados, el marqués de Villena y el maestre de Alcántara y el conde Medellín, e con ellos el comendador Gonzalo de Sayavedra e Alvar Gómez tomaron al príncipe, e se apartaron con él un grand trecho de cadahalso.



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