Bienvenidos a High Rising by Angela Thirkell

Bienvenidos a High Rising by Angela Thirkell

autor:Angela Thirkell [Angela Thirkell]
La lengua: spa
Format: epub
editor: 2023
publicado: 2023-01-20T11:42:04+00:00


4. Verso de «To His Coy Mistress» (A su esquiva amada), poema de Andrew Marvel publicado póstumamente en 1681.

9. Una tarde embarazosa

Pocos días después, mientras paseaba por Hyde Park, Laura observaba a los jinetes que cabalgaban por el camino de Rotten Row. De los jardines de Kensington se acercaba al trote un nutrido grupo, obviamente de alguna escuela de equitación. Laura se quedó cautivada con el instructor, uno de aquellos chicos de compañía de la haute école, por así decir, de una belleza atezada, cuyo sombrero de ala ancha y figura ágil y esbelta le sugerían las llanuras argentinas. Es del tipo D. H. Lawrence, pensó Laura distraída. Esa clase de hombre que podría convertirse en un indio mestizo lleno de oscuros secretos, de primitivismo, o de algo por el estilo, y subyugaría a su hembra. Sin embargo, Rotten Row parecía un escenario bastante improbable para que pudiera hacer uso de sus poderes, y cuando el instructor elevó la voz para criticar a un alumno, tenía un acento tan fuerte de los bajos fondos que todo su atractivo se desvaneció. Entonces, Laura dio media vuelta y, al volverse, se chocó con algo que exclamó:

—¡Anda, señora Morland!

Laura, recobrando sus erráticos sentidos, vio a la señorita Grey frente a ella.

—Uy, hola, ¿qué tal? —saludó, apartando de su mente las aldeas, o las haciendas, o lo que fueran, donde esos machos fornidos, simplones y primarios inhalaban oscuramente la fuerza gravitacional de la misma tierra y parecían ser todo entrañas y vello, y no tenían más que levantar el dedo para tener a las mujeres revoloteando a su alrededor, suspirando por conseguir la profunda y secreta afinidad de sus cuerpos vibrantes y animalescos, en el sentido más elevado y refinado del término—. No sabía que anduviera por la ciudad.

—He venido a buscar unas cosas para el señor Knox al Museo Británico. Ya sabrá que vamos a buen ritmo con la reina Isabel.

—Qué divertido —fue la estúpida respuesta de Laura.

—Me alojo en la casa de la anciana señora Knox, en Rutland Gate —prosiguió la señorita Grey—. ¿Le gustaría venir a tomar el té? Seguro que la señora Knox estaría contentísima de verla.

Como venía siendo habitual, el aplomo de la Pesadilla dejó tan pasmada a la buena de Laura, que esta accedió sin el menor esfuerzo o reticencia. Bastante sorprendente era ya que la señora Knox, famosa por su carácter hosco y su senil irritabilidad, se aviniera a meter en casa a la secretaria de su hijo, pero que la señorita Grey se viera en condiciones de invitar a cualquiera a tomar el té ya era directamente inverosímil. En todos los años que Laura había conocido a la anciana, nunca había llegado a sentirse del todo cómoda en su compañía, y ahí tenía a la Pesadilla, con ínfulas de ser la hija de la casa. Laura atravesó Knights­bridge hacia Rutland Gate en compañía de la señorita Grey, deseando que Anne Todd hubiera estado con ella y esforzándose por responder educadamente al exhaustivo y competente interrogatorio de la señorita Grey a propósito de sus hijos.



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