Axel by Auguste Villiers de L’Isle-Adam

Axel by Auguste Villiers de L’Isle-Adam

autor:Auguste Villiers de L’Isle-Adam [Villiers de L’Isle-Adam, Auguste]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Teatro, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 1890-01-01T00:00:00+00:00


El comendador, al oír estas palabras, se sobresalta y, luego, contempla con estupor al conde de Auersperg; parece un poco desconcertado, con la boca medio abierta.

EL COMENDADOR, para sí mismo, estremeciéndose: ¡Ah, es por eso!… ¿Pero cómo, es cierto pues?

AXEL, con voz tan dura y sorda que parece, por momentos, un rugido de león: Realmente, has removido aquí una ardiente ceniza. ¡No hubieras debido preguntar ni escuchar! Es para ti una desgracia haber cedido a esas tentaciones. Te has demorado, como espía, en esta vivienda. Me opongo a que desveles mi pesado secreto, pues soy el dragón que lo guarda. Por lo demás, habiendo leído en tus ojos el designio de asesinarme, ¡mira!, esta noche (para con mayor libertad poder atrofiar aún todo ese gran sueño en alguna turbia empresa) me reía, seguro de poder agarrarte, de tu «partida». Sí, por dos veces, en la mesa, he discernido ese hermoso proyecto en tu voz de brillante malhechor, y espiaba tus mezquinos pensamientos bajo mi distraída máscara.

EL COMENDADOR, crispando la mano en el puño de su arma, y casi para sí mismo: ¡Cómo!, ese fanfarrón pretende arrogarse, en su totalidad, esa deslumbradora montaña de oro… Inquietemos, primero, a esos soldados. (Sobreponiéndose y, luego, sin transición, en un tono seco y rígido:) Tan enfáticas injurias sólo pueden dejarme indiferente. Tengo una espada, y más tarde… Sin embargo, debo razonar primero; con menos altivez, por favor, pues por vuestras palabras advierto que estáis fuera de la ley. Ocultáis aquí, por herencia, un depósito de considerables valores nacionales. Es ya criminal, para con el Estado, haberlos inmovilizado por tanto tiempo, el primer alemán que llegue puede conminaros a que devolváis esos tesoros a vuestro país, conde de Auersperg. Mantenerlos aquí es hurtar.

AXEL, tras un instante de vaga sorpresa: ¡Eh…! ¿Pero de dónde sale ese juez austero? En la mesa nos alababa, con ardor, a los tradicionales señores de camino real, a quienes se enorgullecía de llamar «antepasados» y cuyo bandolerismo exaltaba. Y he aquí, ahora, que mantiene el discurso del hombre de toga y nos prodiga lecciones de probidad. ¿Qué puede significar ese noble cambio de frente?

EL COMENDADOR, con fría sonrisa: Mis palabras fueron una prueba, y bien fundada al parecer. ¿De modo que os proponéis robar ese depósito confiado a vuestro honor filial?

AXEL: Y, hace unos momentos, el probo consejero me acusaba de no haber intentado nunca nada para hacerlo. Pero, era una prueba más, ¿no es cierto?

EL COMENDADOR: Atreveos pues a demostrar que os calumnio devolviendo, según digo, a Alemania… (Se detiene.)

AXEL, sonriendo: ¡Atrévete pues, tú, a terminar!

EL COMENDADOR, mordiéndose un poco los labios: ¡Oh!, sólo estáis obligado a revelar oficialmente…

AXEL, tras encogerse de hombros: Hace un momento, mi deber era restituir, no sólo lo que poseo sino también aquello cuya misma existencia es incierto. Ahora, sencillamente debo revelar, y quedo absuelto.



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