Amurao. El muelle de los olvidados by Fran Barrero

Amurao. El muelle de los olvidados by Fran Barrero

autor:Fran Barrero [Barrero, Fran]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2020-02-27T00:00:00+00:00


* * *

David no pronunciaba una palabra, como era habitual en él cuando comenzaban la jornada o acababan de salir de una reunión en comisaría, como si estuviese meditando sobre sus tareas u opciones en el caso de turno que investigaba. Cristina comenzaba a conocerlo, y pensó que era una pena que tuviera de privarse de su humor y compañía, además de valores como policía, tras aquel caso. Pero su compañero oficial, Víctor Garza, era también un gran policía que sumaba en el binomio que formaba con ella.

Claro que no era el momento de ponerse sentimental, a Nuria no le había servido de mucho, y necesitaban recuperarla a toda costa.

Cambió el canal de la radio, un derecho destinado a quien conduce ese día, sustituyendo la música de discoteca que solía elegir David por un canal de noticias. Un niño de quince años se había suicidado unas horas antes, arrojándose desde el puente del parque Alonso Sánchez. Cristina recordó el día en que un antiguo novio, en su época de instituto, la llevó al parque para darse el lote en uno de los bancos, dieron antes un paseo y se maravilló por las vistas que se apreciaban esa tarde desde el alto puente. ¿Qué demonios podría conducir a un adolescente a suicidarse con solo quince años? Decían que se llamaba Iván y era un buen jugador de fútbol. Un escalofrío recorrió la espalda de Cristina al oírlo.

—La juventud está loca.

—¿Cómo dices? —preguntó la inspectora a su compañero.

—Con esa edad era yo un golfo, el más popular de mi instituto y de los alrededores, al año siguiente ya era relaciones públicas de la mejor discoteca de la ciudad, Alameda 9.

—No todos tienen la misma suerte, no todos cuentan con la misma vida.

—Me cuesta encontrar excusas siempre que oigo que alguien se ha suicidado, pero un niño de quince años tiene el mundo a sus pies, no tiene motivo para finalizar una vida que aún no ha comenzado a mostrar todo lo bueno, y lo malo, que te va a deparar.

Cristina no respondió, se limitó a cambiar de nuevo el canal de la radio para volver a la música. Los pensamientos, eso sí, no se marcharon. ¿Educaría tan mal a su hija como para que ella se quisiera suicidar a los quince años? ¿Dónde se podría adquirir un manual para educar bien o mal a un hijo? ¿Qué podrían haber hecho mal los padres de ese chico? ¿Qué pasaba por la cabeza del niño para arrojarse desde esa altura y poner fin a su vida? Los inspectores permanecieron en silencio hasta llegar a su destino: la cárcel provincial.

Era la quinta vez que pasaban por aquella cadena de puestos de control en los que mostrar credenciales y comunicar sus intenciones. Ya conocían de vista a los funcionarios de la seguridad y comprobaban que los pensamientos eran compartidos, pero no por ello se dejaba de seguir el procedimiento fijado.

David y Cristina se entrevistaron con los presos compañeros de la tercera víctima, comprobando que no guardaba



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