Alerta nocturna by Clive Cussler & Jack B. Du Brul

Alerta nocturna by Clive Cussler & Jack B. Du Brul

autor:Clive Cussler & Jack B. Du Brul [Cussler, Clive & Du Brul, Jack B.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2005-01-01T00:00:00+00:00


15

Juan Cabrillo había acabado de bosquejar su plan cuando el avión aterrizó en el aeropuerto de Zurich. Era el más descabellado de los que se le habían ocurrido, pero dados los parámetros de la misión y el poco tiempo que el instinto le decía que tenía, no le quedaba más alternativa que optar por una locura.

Había pasado la mayor parte del tiempo del largo vuelo desde Tokio en comunicación permanente con el Oregon a través de su ordenador portátil. Hanley había reunido al grupo que Cabrillo quería tener en Suiza, además del equipo que necesitarían del barco. El Oregon navegaba a toda máquina hacia Taipei, el puerto más cercano que disponía de un aeropuerto internacional. Era un riesgo calculado abandonar la vigilancia del Maus, pero como se movía a una velocidad de cuatro nudos por hora, Cabrillo no tenía ninguna duda de que su tripulación volvería a encontrarlo. Como máximo le habrían dado un día de ventaja, siempre que no surgiesen problemas en Taiwán, y para asegurarse de que no los hubiese, Cabrillo se había cobrado un favor que le debía el capitán del puerto de Taipei.

Los equipos que no podían pasar los controles aduaneros tendrían que improvisarlos cuando estuviesen en Suiza, pero Cabrillo no creía que fuese un problema. Tenía numerosos contactos en Zurich y en los alrededores de sus tiempos con la CIA, y solo necesitarían un par de pistolas. Los explosivos podrían prepararlos ellos mismos con productos que se compraban en cualquier droguería, y todo lo demás se podía comprar o alquilar.

Con una ventaja de veinticuatro horas sobre su equipo, la primera prioridad de Cabrillo era encontrar una casa franca y recorrer la ruta entre la prisión de Regensdorf y los juzgados, en el centro de la ciudad.

Veinte minutos después de pasar por la aduana, iba sentado al volante de un Mercedes ML-500. No creía que necesitara la doble tracción, pero pasaba desapercibido en la rica ciudad, e iba equipado con GPS. Hacía una hermosa mañana de primavera, así que llevaba abiertas las ventanillas y el techo solar.

A diferencia de Tokio, a Cabrillo le gustaba Zurich, con su mezcla de antiguo y nuevo. Los edificios barrocos y modernos se alzaban uno al lado del otro sin competir, en una sedante armonía. Fue en Zurich donde se acostó por primera vez con un contacto cuando trabajaba para la Compañía. Era una empleada de bajo nivel en la embajada rusa, pero no por ello dejó de sentirse como James Bond. El recuerdo hizo asomar una sonrisa en su rostro mientras conducía por la autopista de circunvalación, atento a la salida que lo llevaría a la cárcel. La casa franca tendría que esperar hasta que encontrase el sitio más adecuado para lo que tenía en mente.

En la última rotonda antes de la cárcel, emprendió el camino de regreso a la ciudad. No tenía ningún sentido mostrar el vehículo a los guardias de la entrada, dado que debería recorrer esa ruta varias veces hasta saber dónde atacaría el equipo. Fue directamente hacia los juzgados, donde Rudolph Isphording era el testigo estrella en el juicio del siglo.



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