Alas como cuchillos by Catalina Kühne Pablo Serrano

Alas como cuchillos by Catalina Kühne Pablo Serrano

autor:Catalina Kühne, Pablo Serrano
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9786078351350
publicado: 2015-07-06T19:36:39+00:00


VII

—Ándale, vamos al parque.

—Ya te dije que no tengo ganas de salir.

—Necesitas distraerte.

Alonso toma un puñado de semillas de girasol del platito que tiene sobre la cama y se lo mete a la boca sin contestar. Desde que hablaron, Chucho no lo deja en paz ni un minuto. En cuanto llega de la escuela lo encuentra en su puerta. Se invita a comer, a cenar y dizque a estudiar. Cuando por fin se va a su casa le manda ocho mil mensajes de whatsapp preguntándole cómo se siente, si ha habido algún cambio en su comportamiento o en el del pájaro, si ha notado algo raro, si necesita algo. Le contesta con monosílabos. Bien, no, no, no y no a casi todo.

Chucho no se da por aludido. O no se da cuenta o no le importa.

—¿Entonces? ¿Al parque?

—Está bien.

Sólo le da gusto para que deje de insistir. Camina en silencio mientras Chucho le cuenta lo que pasó en el día. Según él todo está perfecto. Va muy bien en la escuela, lo hicieron capitán del equipo de fut, bueno hasta sus papás, que son insoportables, están buena onda. Alonso no se traga sus cuentos.

Chucho es así, un optimista a prueba de todo que se inventa una vida maravillosa hasta que acaba por creérsela. En el fondo es un poco aburrido. Por eso se la pasa con Alonso todo el día. Él si es especial. Por lo menos no conoce, ni ha oído de nadie más al que tenga un ave viviendo dentro del propio cuerpo.

Se sientan en una banca, pero Chucho le dice que mejor vayan al pasto. Alonso ya sabe por qué.

—¿Por qué me haces esto Chucho? Ya sabes que si los veo no me puedo resistir.

—¿Y qué? Está increíble y pone histéricas a las niñas. ¡Ándale Alonso! Nada más uno y ya.

Alonso vuelve a acceder a la petición de Chucho. Esta vez no por complacer a su amigo, sino para darse gusto a él, al pájaro.

No pasa ni un minuto cuando ve al primero, apenas asoma un pedacito de su cuerpo anillado en el pasto húmedo, pero Alonso no necesita más. Junta el dedo índice con el pulgar y de un movimiento rápido arranca al gusano de la tierra, después se lo lleva a la boca y lo sorbe como espagueti. Ya está moviendo la cabeza en todas direcciones en busca de más presas y encuentra otra… dos, ¡tres! Cada vez se las mete por la cara con más desesperación, con menos cuidado, no le importa que lo vean. Quiere más.

Es en ese momento cuando las niñas que siempre están jugando en los columpios empiezan a señalarlo y gritar.

. ¡Ahí está otra vez ese cerdo!

—¡Qué asco!

—¡Lárgate del parque come-lombrices!

Es lo que Chucho había estado esperando. Voltea hacia el grupito, toma un puñado de tierra del suelo y hace como si estuviera lleno de gusanos.

—Mmmm, ¿no quieren? Son muy nutritivos y no engordan.

Las niñas salen corriendo y pegando grititos de pánico.

Chucho parece encantado. No para de reír.

Alonso se ofende. Primero mucha preocupación por él y ahora resulta que es su burla.



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