Ahogados en la orilla by Carlos Molina

Ahogados en la orilla by Carlos Molina

autor:Carlos Molina [Molina, Carlos]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Deportes y juegos
editor: ePubLibre
publicado: 2011-12-31T16:00:00+00:00


STIRLING MOSS, 1958

El mejor piloto que nunca ganó el Mundial

STIRLING MOSS:

El piloto británico perdió un título mundial por ayudar a su rival en un bellísimo gesto de fair-play.

Stirling Moss dijo una vez que «hay dos cosas en las que un hombre nunca admitirá que no es bueno: hacer el amor y conducir». A juzgar por su fama, la primera de ellas nunca se le dio mal y, respecto a la segunda, basta con decir que su nombre equivale en la historia del automovilismo al título oficioso de mejor piloto que nunca logró ganar un campeonato de Fórmula 1.

Moss, que nació en Londres en 1929, fue efectivamente un piloto de carreras extraordinario y, visto desde hoy, es sobre todo el símbolo de un automovilismo de otra época. En sus mejores años en la competición, la década de los cincuenta, las carreras no tenían mucho que ver con los grandes premios de la actualidad. Los coches eran casi obras de artesanía que no salían de centros de investigación y desarrollo, sino de garajes cubiertos de grasa y herramientas. Los circuitos estaban formados, en muchos casos, por calles de grandes ciudades, en las que un pequeño error al tomar una curva suponía estrellarse contra un edificio o caerse por un precipicio.

Lo que tal vez no fuera tan diferente eran los pilotos. Se trataba, como ahora, de gente con una habilidad endiablada al volante y una ausencia total de miedo a la hora de conducir a 300 kilómetros por hora. En eso no han cambiado mucho las cosas. Lo que sucedía hace medio siglo era que, al tratarse de un mundo menos profesionalizado, los protagonistas podían dar rienda suelta a su personalidad sin atender las recomendaciones de mánagers, patrocinadores y responsables de prensa de las escuderías. Stirling Moss, genial sobre el asfalto e indomable fuera, competitivo y mujeriego a partes iguales, fue uno de los mejores ejemplos de este tipo de pilotos.

Como tantas otras veces, muchas de las claves para entender su figura pueden encontrarse en su infancia. Nació en una familia en la que el automovilismo era una forma de vida. Su padre, Alfred, llegó a competir en 1924 en las 500 Millas de Indianápolis, el gran acontecimiento del calendario de carreras estadounidense. Era un típico caballero inglés que, gracias a su trabajo como dentista, permitió a la familia Moss crecer sin estrecheces y disfrutar de una afición costosa como los coches.

El sueño de Alfred Moss era que su hijo siguiera sus pasos en la medicina y heredase el negocio. El problema fue que el joven Stirling estaba mucho más dotado para los automóviles que para los libros, así que su expediente académico le cerró las puertas de la universidad. Trabajó como mozo en un hotel y, siendo aún menor de edad, compitió en sus primeras carreras tomando prestado algún coche de su familia.

Con dieciocho años, pidió ayuda a sus padres para hacerse con un Cooper 500 y empezó a competir con más regularidad en carreras de montaña. Durante un tiempo, en lugar



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