Adictos a la comida basura by Michael Moss

Adictos a la comida basura by Michael Moss

autor:Michael Moss [Moss, Michael]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Ciencias sociales
editor: ePubLibre
publicado: 2013-01-28T05:00:00+00:00


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Por un momento, cuando los costes de producción estaban superando los ingresos, pareció que Philip Morris había hecho una apuesta equivocada por los Lunchables. Justo después de que Hamish Maxwell acordara asignar a las bandejas más dinero de desarrollo, lo que impidió que los contables de Kraft cancelaran toda la operación, las ventas cayeron, y el equipo de Bob Drane se apresuró a recortar costes de producción. Drane renunció incluso a su parte más apreciada de la bandeja, la servilleta amarilla, «que defendí a muerte por conservar. Representaba algo así como un centavo y medio, pero cada elemento fue examinado en detalle para determinar cómo reducir los costes sin mermar la calidad». Oscar Mayer también aprendió gradualmente a perfeccionar la producción de última tecnología, en la que los trabajadores se sustituían por maquinaria que aceleraba y automatizaba las cadenas de montaje, reduciendo todavía más los costes. Cuando se estimaba que perderían 6 millones de dólares en 1991, las bandejas, en cambio, quedaron a la par; al año siguiente dieron un rendimiento de 8 millones.

Una vez apagado este incendio, el equipo de Lunchables podía concentrarse de nuevo en aumentar las ventas. Y lo hicieron adoptando una de las reglas fundamentales de la comida procesada: ante la duda, añadir azúcar. «Lunchables con postre sería una evolución lógica», informó un representante de Oscar Mayer a los ejecutivos de Philip Morris a comienzos de 1991. Para conseguirlo, deberían invertir 1,2 millones de dólares para rehacer las líneas de producción. Pero el público objetivo seguía siendo el mismo que para los Lunchables normales —«madres atareadas» y «mujeres trabajadoras» de entre veinticinco y cuarenta y nueve años, dijo— y añadir galletas y puddings aportaría varias ventajas. El «sabor mejorado» atraería a consumidores que se hubieran acabado cansando de las actuales bandejas; los dulces añadidos permitirían a la empresa cargar treinta centavos más por unidad, y la línea de postres mantendría a Oscar Mayer un paso por delante de sus competidores, que reaccionaban al éxito de Lunchables sacando sus propias versiones del almuerzo frío y listo para tomar.

Un año más tarde, teniendo en cuenta que las bandejas eran consumidas cada vez más por los niños, el Lunchable con postre se metamorfoseó en el Fun Pack, que se vendía con una barrita Snickers, un paquete de M&M’s, o un Reese’s Peanut Butter Cup, además de una bebida azucarada. El equipo de Lunchables empezó utilizando Kool-Aid y Coca-Cola, pero luego cambió a Capri Sun cuando Philip Morris añadió esta bebida a su gama de marcas.

En 1995, seis años después de su primer lanzamiento, los Lunchables daban a los directivos del tabaco uno de los pocos motivos de alegría en los informes financieros de Oscar Mayer. Al presentarse ante el comité corporativo de productos aquel otoño, Bob Eckert, presidente de la unidad Oscar Mayer, repasó todas las malas noticias asociadas a la carne roja: las ventas de la mortadela de Bolonia habían bajado, las de beicon también, y hasta las salchichas de Frankfurt habían caído un 4 por ciento.



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