Y que le gusten los gatos by Kate Bristol

Y que le gusten los gatos by Kate Bristol

autor:Kate Bristol [Bristol, Kate]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Humor, Erótico
editor: ePubLibre
publicado: 2023-05-04T00:00:00+00:00


—Por Dios —refunfuñó Ricardo—. Es más larga la posdata que la carta.

—Veo que no ha sido muy halagüeña.

—Una arpía, eso es lo que ha sido —dijo Ricardo, furioso, acariciando de nuevo la cabecita de Lear.

Ricardo dobló la carta, impertérrito, y la depositó en un cajón de su despacho. Después miró a su amigo y asistente con el ceño fruncido.

—¿Tenemos algo que hacer en las próximas dos semanas?

Umberto parpadeó.

—Dios, ¿es una pregunta trampa? —Por supuesto que Ricardo siempre tenía mil cosas que hacer.

—No —dijo, pensativo—. Cancélalo todo. Regresamos a Galicia.

—¿CÓMO? —Umberto alzó los brazos y gritó sorprendido—. ¿Vas a tomarte vacaciones? ¿O prepararte para la guerra? Te recuerdo que tu escapada a Galicia era para desconectar de tu trabajo que casi te provoca un nuevo infarto. Tienes que relajarte, no empezar a perseguir a un aquelarre de brujas.

—No perseguiré a un aquelarre. Solo una me interesa.

—¡Oh! —Umberto se llevó una mano al corazón y empezó a doblar las rodillas hasta que se sentó en la silla—. Vas a matarme del disgusto. Es más, ¡vas a matarte! No dejaré que vayas solo.

—Ni yo permitiré que te quedes.

—Bueno —suspiró, me lo tomaré como unas vacaciones. Aunque creo que voy a tener mucho trabajo intentando que no te maten los fantasmas o Ferdinand.

—Lo harás bien.

—Pero también quiero divertirme con los lugareños excéntricos.

—No te hagas demasiadas ilusiones con los lugareños.

Pero Umberto no estaba dispuesto a escuchar a su jefe.

—A alguien encontraré. Estadísticamente, tres de cada diez hombres, mi amor, son de mi gremio.

—Aunque tres de cada diez sean de tu gremio, no te gustarán los especímenes de Termes.

Umberto no sabía por qué lo decía, pero al llegar se daría cuenta de que no era porque no fueran guapos o listos, sino porque todos estaban como cabras, y no en el sentido figurado.

—Cancelo todo de inmediato. —Empezó a hacer como si bailase, emocionado—. ¿Volamos en primera clase?

—Que mi jet privado esté listo a primera hora —dijo Ricardo. Umberto entendió que quería tenerlo todo listo por si debía regresar de inmediato y no esperar a un vuelo regular.

—Mañana a primera hora en la pista de aterrizaje.

—Sí, esta noche tengo una cita.

—Lo sé. —Entusiasmado como estaba por el inminente viaje, Umberto no dijo nada más.

Ricardo lo miró y meneó la cabeza mientras su asistente abandonaba el despacho.

Miró el cajón donde había guardado la carta de Beatriz, pero no lo abrió. Tomó a Lear y a Hamlet, uno en cada mano, y les dio un beso en la cabecita.

—Chiquitines, regresamos a casa.



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