Y punto by Mercedes Castro
autor:Mercedes Castro
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato
publicado: 2007-12-31T16:00:00+00:00
XV
—¡Noooo, por favor! ¡No me mates!
—Ahora verás, maldita zorra: ¡vas a morir ahogada!
—Soy inocente, ¡¡¡lo juro!!! —continúa suplicando ella.
—Eso ya lo comprobaremos después —se burla él.
—Piedad, por favor, no quiero morir. ¡QUE ALGUIEN ME AYUDE!
—Nadie te va a ayudar, furcia, no tienes escapatoria. ¡Jua, jua, jua, jua! —y con una mano la hunde, la sumerge no sin cierto esfuerzo y espera, con inusual sangre fría, a que transcurran los segundos suficientes observando cómo emergen a la superficie las burbujas de aire que indican que a la víctima se le está acabando el oxígeno y la vida mientras se la oye jadear.
—Glub, glub, glub…
—Nam, ñam, ñam. Qué buena estaba la jodía —afirma, con las miguillas de la pobre galleta maría que acaba de ahogar en un tazón de leche aún en la comisura de la boca, mientras yo le miro asombrada imaginando qué espectáculo no sería capaz de montar si tuviera que exprimir una naranja—. Se acabó lo que se daba. Esta maldita ha muerto. A por otra.
—Ya veo, ya —digo, por decir algo.
—Están riquísimas —proclama con evidente satisfacción el asesino galletero y, contra lo que pudiera parecer, no se trata ni mucho menos de un niño de seis años aprendiz de titiritero. Es un adulto bien hermoso y con unas evidentes entradas en las sienes que me mira, con sus ojos de gato y esa cara triangular como de Nat King Cole blanco que ya conozco, pues ayer mismo lo vi frente a mí con una tumba de por medio en el entierro de nuestro querido Culebra. Yo iba sola y él acompañaba a un vejete y ahora, cosas de la vida, estamos de nuevo frente a frente, pero esta vez es una mesa de cristal la que nos separa en el comedor de la excelsa mansión de Vito que, quién lo diría, por dentro no tiene nada de hortera sino influencias de estilo colonial y arte africano, con maderas nobles por todas partes y unas plantas enormes, tropicales o directamente selváticas situadas ante los grandiosos ventanales que dan al jardín y, tras él, a la verja y a sus gorilas y algo más allá a la furgoneta camuflada de mis compañeros, que se quedaron flipados cuando me vieron llegar a deshora conduciendo mi propio coche hasta detenerme ante al portón de entrada donde, tras dar mi nombre, me dejaron pasar sin problema. Los vi por el retrovisor: Javier el Bebé con la boca abierta y Nacho, mi Nacho, componiendo un gesto de cabreo que pasará a los anales de nuestra historia común. Pero qué se le va a hacer, órdenes son órdenes y ellos entraron tan temprano de guardia que se perdieron la reunión de primera hora donde se decidió, tras mucho deliberar por parte de Santi y el jefe Bores, mucho rezongar de París y mucho sudar el cráneo pelado de Carahuevo, que sí, mejor será que vaya, agente Deza, a fin de cuentas es una oportunidad única para acceder a la morada de ese mafioso e intentar averiguar algo desde dentro.
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