Venganza by Javier Díez Carmona

Venganza by Javier Díez Carmona

autor:Javier Díez Carmona [Díez Carmona, Javier]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2023-11-23T00:00:00+00:00


* * *

A pesar de que en la calle Autonomía el tráfico era tan denso y ruidoso como siempre, desde el piso de Nekane Gordobil solo era perceptible un lejano rumor de bocinas y motores que se confundía con el apagado murmullo del televisor. Sentada en el sofá, rodeada de almohadones y revistas a medio ojear, la suboficial dejaba pasar el tiempo sin hacer caso a las imágenes que ocupaban la pantalla, secuencias de películas del Oeste repetidas hasta la saciedad por las cadenas de siempre. Lluís seguía encerrado en su despacho, buceando en un universo de unos y ceros donde desaparecían las inseguridades que lo atenazaban en el mundo real. Izaro, tras hacer compañía a su madre durante un par de horas, había regresado a su dormitorio, no sin antes cerciorarse de que su padre no había cumplido la amenaza de desconectar la wifi. Y Nekane seguía ahí, la mirada más allá de la película, la mente perdida entre la niebla que envolvía los paisajes de Karrantza.

Aunque no llegó a decírselo a Miren Ruiz de Heredia, estaba segura de que Osmany mató a Zabalbeitia y a Laiseka. Era incapaz de imaginar por qué un operativo dirigido a rescatar a la víctima de un violador había terminado de aquella manera. Pero estaba segura de que fue él quien disparó. Una certeza reforzada tras la visita de Jon Larralde al hospital.

Sin embargo, había algo que no le entraba en la cabeza. Y ese algo era María López Rutherford. ¿Por qué disparó contra Rutte? No podía dejar de preguntárselo. ¿Por qué asesinó a su amiga?

Llevaba toda la tarde —en realidad, toda la semana— planteando y descartando hipótesis, a cuál más absurda y rebuscada. A veces se imaginaba que era un agente de la inteligencia del gobierno de Cuba que no podía dejar testigos de sus actos; otras, que se trataba de un sicario a sueldo de un cártel rival. También llegó a pensar que quizá se viera obligado a disparar a Rutte en defensa propia, aunque al instante desechó esa teoría para sustituirla por la de un militar desequilibrado que disfrutaba repartiendo muerte allá por donde pasaba. Pero esta tampoco se la creía.

Poco a poco, a base de crear escenarios cada vez más improbables, se fue quedando con los más simples, los más sencillos, y, por tanto, pensó, los más factibles. Y en ninguno de ellos era el cubano quien asesinaba a Rutherford. En cualquier caso, la respuesta tenía que estar en el análisis balístico.

En la comisaría de Balmaseda, un agente con voz de hastío le explicó que la oficial Ruiz de Heredia había terminado su jornada y no sabía si trabajaba el sábado y el domingo. Decepcionada, Gordobil le dejó su número y le pidió que la avisara de su llamada. Colgó, volvió a la pantalla de últimas llamadas y acarició con la yema las cuatro primeras de la lista, realizadas todas entre las dos y las seis de la tarde. Todas rechazadas. Con un suspiro, clicó encima del nombre y volvió a llamar a Osmany Arechabala.



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