Un elefante bajo el parasol blanco by Elena Álvarez

Un elefante bajo el parasol blanco by Elena Álvarez

autor:Elena Álvarez [Álvarez, Elena]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2022-11-03T00:00:00+00:00


25

Baudin se marchó, alegando que debía llegar a otra aldea, que alguien le había marcado en un mapa, antes del anochecer. Me prometió primero que volvería al cabo de una semana.

Nounou me preguntó que de qué lo conocía, Khompheng frunció los labios cuando se lo conté y Kun rio cuando, aquella noche, le repetí la conversación entre besos susurrados.

—Sabes que todo eso nos da igual, ¿verdad, Sang? —dijo.

—¿Qué quieres decir? ¿Cómo va a darnos igual?

—Estábamos aquí antes de que llegaran los franceses y seguiremos estando aquí cuando se hayan marchado.

—Fue Pavie el que hizo que Laos fuera un territorio unificado —le recordé—. El rey…

—El rey de Luang Prabang hará lo que tenga que hacer. Dicen los sabios que se puede combar una rama joven, pero es difícil hacerlo con un árbol viejo.

—¿Y eso qué quiere decir?

—Dime, Sang: ¿qué te importa más: en qué idioma se sellen los documentos en Vientián y Luang Prabang o que Lae tenga arroz para comer todos los días?

—¡Pues las dos cosas, naturalmente! ¿Y si llegan los japoneses y se llevan todo el arroz?

Kun calló durante largo rato. Cerré los ojos y me dejé acunar por su abrazo, su respiración calmada y la caricia de sus dedos dulces en la piel de mi barriga.

—¿Ves como siempre has sido francesa? —murmuró al fin. Desperté, porque casi me había quedado dormida—. Vas a irte, ¿verdad?

—No —protesté de inmediato. La caricia cesó y se me encogió el corazón—. Quizá. No lo sé.

—Lae va a echarte de menos.

Tomé sus dedos entre los míos y los conduje de nuevo, golosa, hasta mi piel.

—A veces siento que aquí me ahogo —murmuré en voz muy baja.

—Lo sé —dijo Kun. Me giré para rodearlo con mis brazos.

—No me arrepiento de haber venido. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida. —Sonreí en la oscuridad, escondiendo mi sonrojo en el hueco de su cuello—. Ahora es cuando tú me dices que yo soy lo mejor que te ha pasado a ti en la tuya —añadí cuando Kun no respondió.

—Si no hubieras venido, probablemente habría terminado casándome con Vanhvilay —confesó en voz todavía más baja que el resto de la conversación.

Le besé la clavícula.

—También sentía que me ahogaba en Luang Prabang. Por eso…, por eso iba a casa de Liên para estar con Giang.

Kun me besó casi con violencia, como solo hacía cuando estábamos solos. Por un momento, consiguió hacerme olvidar que llevaba toda la vida en busca de algo que no encontraba, boqueando como un pez engarzado en las redes de un pescador.

—No voy a ir contigo —dijo después. Asentí.

—No tiene por qué cambiar nada.

La sonrisa de Kun fue lo último que vi en la penumbra cuando se levantó para entrar en la casa. Hacía calor, como siempre, pero me apresuré tras él porque un escalofrío me recorrió la espalda en cuanto se separó de mí.



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