Un Milagro En Equilibrio 2004 by Lucia Etxebarria

Un Milagro En Equilibrio 2004 by Lucia Etxebarria

autor:Lucia Etxebarria [Etxebarria, Lucia]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ganadores
publicado: 2011-09-13T19:50:26+00:00


Sin embargo, no fue la tirada de cartas la que me convenció: no es que yo sea una cobarde y una escéptica, y no es que sea tampoco una experta en estadística, pero si en la baraja del Tarot hay 78 naipes y de entre ellos 22 son arcanos mayores, las posibilidades de que en una tirada salgan tres seguidos no son tan remotas como el periodista quería creer.

Pero justo a la mañana siguiente recibí una llamada de Nenuca.

Nenuca todavía no se había retirado al chalecito familiar de Marbella y por entonces aún vivía en Madrid. Como no hacía nada la mayor parte del día se aburría muchísimo y le concedía a sus problemas amorosos (los únicos que tenía, porque los económicos o laborales no los había conocido nunca) una importancia exagerada. En ese sentido, era como si todavía tuviera quince años. Yo temía sus llamadas telefónicas, porque era capaz de tirarse horas al teléfono (y lo digo literalmente, alguna noche me había tenido tres horas al aparato, cronometradas en mi reloj de pulsera) analizando exhaustivamente los pormenores de su relación con Mirta, la chica con la que llevaba tres años saliendo, una cubana que trabajaba de cuando en cuando de camarera en un bar de la calle Argumosa, aunque en realidad viviera del dinero de su novia que era, a su vez, el dinero de los padres de Nenuca, en una curiosa reinterpretación de la doctrina de la redistribución de la riqueza Norte-Sur. Yo pensaba entonces, y todavía pienso, aunque siempre me guardé muy mucho —con esa hipocresía que albergamos todos, hasta las personas más sinceras, cuando hablamos con un amigo y omitimos voluntariamente la opinión que nos inspiran sus actos o, en este caso, sus relaciones— de explicarle a Nenuca mi teoría de que la cubana en el fondo albergaba un resentimiento enorme hacia la mano que le daba de comer, porque el saberse mantenida la hacía sentirse inferior; pero por otra parte, evidentemente, Mirta necesitaba a Nenuca, pues no podía vivir sin ella en el sentido más literal y menos romántico de la palabra, y era por eso por lo que le alicortaba cualquier conato de ligereza y la sometía al sistema ducha escocesa en la relación amorosa: ahora frío y ahora calor, hoy vienes al bar y ni te miro, mañana me paso el día diciéndote que eres la más linda y que dónde has estado tú toda mi vida y pasado mañana te monto un número de celos tremendo sin venir a cuento, asegurando a gritos que te has pasado mi turno en el bar haciéndole ojitos a una chica que estaba al final de la barra en la que hasta entonces ni habías reparado. Y, por supuesto, cuanto peor la trataba Mirta, más enganchada estaba Nenuca, totalmente obnubilada por una especie de síndrome de Estocolmo por el que se había enamorado de su propia torturadora. El culebrón de Mirta era de lo más previsible, y si al principio yo creía de verdad, cuando Nenuca



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