Todo es posible en Nueva York by Claudia Velasco

Todo es posible en Nueva York by Claudia Velasco

autor:Claudia Velasco [Velasco, Claudia]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2022-05-11T00:00:00+00:00


14

Sujetó la moderna pluma estilográfica que le había regalado Poppy y tomó algunas notas, aunque estaba empezando a desesperar y no sabía cuánto tiempo más podría permanecer sentada.

Respiró hondo y se acomodó mejor en la silla, miró de reojo a Miriam, la otra alumna de primero de Medicina, a la que también ignoraban descaradamente en las clases, y ella puso los ojos en blanco antes de taparse la cara con las dos manos porque lo que estaba ocurriendo en el aula de anatomía del profesor Hess comenzaba a ser patético.

Rose cerró su libro, la última edición de Anatomía: descriptiva y quirúrgica. Anatomía del cuerpo humano y Anatomía de Gray: descriptiva y aplicada, que Archie había utilizado en Cambridge, y levantó la mano. Los pocos compañeros de su alrededor ahogaron unas risitas y el profesor Hess, que estaba intentando desde hacía veinte minutos que Robert Collins metiera las manos en el cadáver que tenía sobre la mesa, la miró por encima de las gafas.

—¿Tiene algo que aportar, señorita Bowes-Lyon?

—Puedo encontrar el vasto lateral, medial e intermedio, y también el recto femoral.

—¿Está segura?

—Tampoco es tan complicado —respondió, viendo cómo Robert Collins aprovechaba la coyuntura para salir corriendo del aula tapándose la nariz—. Se ve que el compañero no soporta el olor del formol.

—¿Alguien más puede venir aquí y señalar lo que he pedido?

Hess la ignoró y miró con atención al resto de alumnos varones, pero ninguno levantó la mano; solo lo hizo Miriam, así que, ante la cruda realidad, no le quedó más remedio que asentir y llamar a Rose a la mesa.

—Venga aquí y póngase unos guantes quirúrgicos.

Ella bajó corriendo, cogió los guantes de encima de una mesa y se los puso delante del cadáver, se acercó a la pierna, la palpó y deslizó los dedos por la sección de la parte delantera del muslo hasta localizar los cuatro músculos con total calma. Hess se inclinó para comprobar que no se había equivocado y, a la par, dos chicos más se levantaron y salieron huyendo de la clase que, efectivamente, apestaba a formol.

—Ahora el bíceps femoral —le susurró casi en el oído y Rose bajó hacia la rodilla y lo tocó—. ¿El sóleo?… perfecto. ¿Dónde ha aprendido a hacer esto?

—Asistí a algunas clases de Anatomía Aplicada en Cambridge, doctor.

—Muy bien. Señorita Friedman, ahora baje usted y demuéstreme lo que ha aprendido.

Miriam se levantó como un rayo y también bajó corriendo hasta la mesa de anatomía para deslumbrarlo con sus habilitades. Rose le sonrió y, después de quitarse los guantes, se lavó las manos y volvió a su sitio satisfecha, mirando con los ojos entornados a los cuatro compañeros que aún continuaban vivos y sin vomitar en el pequeño anfiteatro, y que eran de esos que se reían de ellas y las trataban como si fueran lo peor y más despreciable del universo.

Desgraciadamente, la guerra se había llevado a muchos estudiantes universitarios estadounidenses a Europa, algunos seguían luchando en Francia, otros habían regresado a Nueva York heridos y otros habían muerto, así



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