Sexo, mentiras y citas online by Rachel Gibson

autor:Rachel Gibson
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántico, Novela
publicado: 2005-12-31T23:00:00+00:00

Lucy se sirvió una taza café y se pasó el cabello húmedo por detrás de las orejas. Había dormido poco la noche anterior, moviéndose, dando vueltas en la cama y pensando en lo que había pasado en casa de Quinn, hasta que finalmente había decidido levantarse y ponerse a trabajar. La parte positiva era que había escrito diez páginas. La negativa, que estaba cansadísima esa mañana.

Finalmente, se había dormido hacia las tres, solo para estar de nuevo en pie a las ocho. Eso solo podía significar una cosa. Una aterradora cosa.

Estaba enamorada de Quinn. No tenía ni idea de cómo había pasado. Un segundo estaba contestando preguntas para Women of Mystery y, entonces, había alzado la vista y se lo había encontrado mirándola. Bam, lo había sentido simplemente así. Y ya no había habido vuelta atrás al segundo anterior. Imposible recuperar el estado de confusión anterior, respecto a lo que sentía.

Lo conocía poco más de una semana. La gente no se enamoraba en una semana. Se suponía que llevaba más tiempo. No sabía qué hacer, si reírse, llorar o ambas cosas.

Se llevó el café a la habitación y se puso unas bragas rosas y un sujetador. Quinn no la había llamado después de empujarla precipitadamente hasta la puerta. Lo último que había visto era su espalda, mientras él se metía a toda prisa en la casa. Algo horrible había sucedido pero todo lo que le había dicho es que estaba relacionado con su trabajo. ¿Cómo de horrible podía haber sido? Sí, los atascos en los inodoros y en las tuberías eran una lata, pero no cuestión de vida o muerte.

Se puso unos vaqueros y una camiseta, que le habían entregado aquella vez que se había inscrito a la maratón y, luego, se había dormido accidentalmente, a propósito, hasta después de el pistoletazo de salida. Puede que alguien hubiera entrado en la oficina de Quinn y robado el instrumental. Hacía unas noches, había oído en las noticias que los robos en lugares de trabajo eran un auténtico problema. Aunque, sinceramente, no conseguía entender la prisa. No había sido capaz de deshacerse de ella lo suficientemente rápido y eso le preocupaba.

Mucho.

Sus sentimientos eran demasiado nuevos. Demasiado atemorizantes. Demasiado repentinos. Y no tenía una sola pista de lo que sentía Quinn. Vale, de acuerdo, había ciertos momentos en los que estaba segura de que se sentía atraído por ella. Como cuando la miraba, la besaba o la acariciaba. Pero eso no era amor.

Lucy metió los pies en un par de zapatillas y luego cogió el café y se dirigió hacia el salón. La noche anterior, cuando había decidido levantarse de la cama y trabajar, había buscado en el maletín los seis capítulos que Maddie le había devuelto por la mañana. La carpeta articulada no estaba allí y pensó que se la había dejado en el coche. Por muy segura que se sintiese en su casa y en su barrio, no había ninguna posibilidad de que se decidiese a salir hasta el garaje a las tres de la madrugada.

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