Scaramouche, creador de reyes (Novela ilustrada) by Rafael Sabatini

Scaramouche, creador de reyes (Novela ilustrada) by Rafael Sabatini

autor:Rafael Sabatini [Sabatini, Rafael]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras
editor: ePubLibre
publicado: 1931-01-01T00:00:00+00:00


CAPÍTULO XXV

LA FLOTA CORSARIA

La vida en París se estaba haciendo incómoda. El resultado de gobernar con ideales utópicos empezaba a dejarse sentir. Para citar las palabras de Saint-Just: «La miseria dió nacimiento a la Revolución y la miseria puede destruirla». La causa inmediata de todo esto yacía en el hecho de que, según él mismo: «La multitud que había estado viviendo en las superfluidades del lujo y de los vicios de otra clase», se encontraba sin medios de subsistencia.

En lenguaje menos revolucionario, esto significa que la mayoría del pueblo, que hallaba empleo mientras existiese una aristocracia rica que le diera trabajo, se encontraba, bajo el benéfico régimen de la igualdad, sin trabajo y en la miseria. No sólo se hallaban estos desgraciados sin medios para adquirir alimentos, sino que la comida resultaba difícil de comprar. Los labriegos tenían menos ganas cada día de mandar sus productos al mercado a cambio de papel moneda que cada día valía menos.

La Convención denunció como culpables de la depreciación, debida principalmente a la inundación de asignados en que estaba sumergido el país, a los falsificadores. La Convención veía en ellos, agentes de los déspotas extranjeros que buscaban, por ese medio, empujar a la Nación a la bancarrota. Esto era, naturalmente, una enorme exageración. No obstante, no carecía de cierto fundamento en el fondo. Conocemos ya las actividades de aquélla prensa de Charonne y la temeraria prodigalidad con que de Batz ponía en circulación el hermoso papel moneda fabricado allí por el extraordinariamente hábil Baltasar Roussel. De Batz conseguía dos fines al propio tiempo: directamente sobornaba, por medio de su inacabable riqueza, a aquellos miembros del gobierno que hallaba sobornables; indirectamente, aumentaba la inundación de dinero falsificado que tan seriamente preocupaba a la Convención y diluía los escasos recursos de la Nación.

Saint-Just concibió la descabellada idea de arreglar las cosas usando trigo como dinero. Así creyó que podría inducirse a los agricultores a soltarlo a cambio de otras substancias. Pero los agricultores pudiendo por la propia naturaleza de sus actividades vivir de sus propios recursos, la idea, que era impracticable de toda otra, forma, prometía tener muy poco éxito y nunca llegó a ponerse en ejecución. La industria y el comercio languidecían. El servicio obligatorio había absorbido a unos setecientos cincuenta mil hombres para sus catorce ejércitos. Pero aparte de todo esto, había muy poco trabajo. Las fábricas de curtidos estaban paradas; el hierro y la lana escaseaban casi tanto como el pan. Lo poco que se producía, apenas bastaba para el consumo local, de forma que nada quedaba para exportar y por consiguiente, el dinero francés iba perdiendo más valor cada día en las bolsas extranjeras.

A la depresión física procedente de todo lo dicho, se agregó, a principio del mes de julio de 1793, style esclave, Messidor del Año 2, según el calendario de la Libertad. Una e Indivisible, la depresión moral resultante de los desastres sufridos por las armas franceses a pesar de las formidables masas (que no habían tenido igual hasta entonces) que el servicio obligatorio había logrado reunir.



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