Relatos del Fin de los Tiempos Primera Parte by Varios
autor:Varios [Varios]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Usuario
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00
Duelo mágico en La Maisontaal (Relato)
"¡Kemmler!"
El envejecido nigromante se dio la vuelta mientras los ecos del desafÃo de Arkhan resonaban en la cámara oscurecida. El liche observó que Kemmler habÃa abandonado su Báculo del Cráneo, y sus manos marchitas sujetaban ahora con firmeza a Alakanash. La traición de Kemmler siempre habÃa sido una posibilidad, admitió Arkhan, aunque nunca habrÃa creÃdo que el nigromante tuviera el valor de actuar tan abiertamente.
"Tú y tu maestro sois reliquias disecadas de una era muerta", se burló Kemmler. "Es la hora de un nuevo amanecer, uno que pertenece a los Dioses del Caos, y a sus leales sirvientes".
"¿Renuncias al patrocinio de Nagash en favor de esas deidades fluctuantes?" Preguntó Arkhan con sequedad. "Ningún poder duradero fluye de sus tronos. Los dioses te utilizarán, como han utilizado a todos los demás. En cuanto tus artimañas los aburran, te destruirán".
Kemmler se rió de forma estridente.
"¿Y qué gran panorama me espera al servicio de Nagash, un futuro de servidumbre inconsciente en un mundo inmutable?" Inquirió Kemmler airadamente. "El Gran Nigromante es un niño egoÃsta. Aunque seguro de su poder, siempre está aterrado de que otro se lo quite. No se sentirá satisfecho hasta que la suya sea la última voluntad que exista, pues sólo entonces estará seguro".
Arkhan dio un paso adelante, resonando el eco de su pisada por la cámara. Kemmler percibió el movimiento, pero no hizo nada para desafiarlo. Arkhan avanzó otro paso, y la enojada expresión del nigromante se volvió taimada.
"Tal vez deberÃas unirte a mÃ", sugirió Kemmler. "El poder del Caos va en aumento, y seguramente incluso tú estás cansado de milenios de ingrata servidumbre".
"Gracias, pero no", respondió Arkhan. "Esta reliquia disecada escogió sus lealtades hace mucho. ¿Realmente crees que abandonarÃa a mi maestro para servir junto a individuos como tú?"
Los ojos de Kemmler relampaguearon.
"Puede que a ti te guste ser una extensión de la voluntad de Nagash, pero algunos de nosotros anhelamos algo más. Tampoco esperaba otra cosa de una cáscara vacÃa como tú".
Arkhan avanzó otro paso.
"¿Cuántas batallas has perdido a lo largo de tu mediocre existencia?" Retó el liche. "¿Cuántas derrotas has conocido sólo en La Maisontaal? Siempre has sido un peón, Kemmler. No importa el bando por el que luches".
Kemmler soltó un chillido de furia, y una llama púrpura salió disparada de su mano estirada. Los fuegos se precipitaron por el suelo hacia Arkhan, pero el liche habÃa previsto un ataque semejante desde el mismo momento en el que habÃa entrado en la cámara. Arkhan golpeó con fuerza el peso de su bastón sobre las baldosas, y las llamas vacilaron y murieron.
Dando otro paso hacia adelante, Arkhan comenzó su propio encantamiento silencioso. En un rincón de la cámara, descartado por Kemmler al obtener Alakanash, el Báculo del Cráneo detectó el aumento de la presión mágica y parloteó sin sentido, volviéndose la algarabÃa más ruidosa con cada sÃlaba.
Kemmler entonó las palabras de una maldición ancestral, pero el liche barrió los torpes hilos antes de que pudieran formarse completamente. Mientras el último elemento de
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