Quédate a mi lado by J Lynn

Quédate a mi lado by J Lynn

autor:J Lynn [Lynn, J]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2014-02-04T00:00:00+00:00


16

—¿Qué estamos haciendo? —pregunté, a pesar de que me aterrorizaba articular la pregunta; pero si no la hacía, aquella relación, fuera la que fuese, podría seguir adelante, pero no sería suficiente.

—Nos estamos relajando.

Eché la cabeza hacia atrás y reprimí un suspiro cuando el roce de sus labios en los míos amenazó con sumergirme de nuevo en una neblina de sensualidad. Tenía que concentrarme.

—Ya sabes lo que quiero decir. Nosotros: ¿qué estamos haciendo?

Jase recorrió mi garganta con los dedos, haciéndome estremecer como si un viento fresco danzara por encima de mis huesos.

—¿Estás segura de querer abordar el tema ahora mismo?

Una sensación incómoda se me agarró al estómago, ahuyentando toda traza de placer.

—Creo que deberíamos, sobre todo después de lo que acaba de suceder. Y de lo de este fin de semana. Y, joder, de lo del granero.

—Ey, no es eso lo que quería decir. —Jase se volvió a erguir sobre el codo—. Es solo que han pasado muchas cosas estos últimos días. Con lo de tu rodilla y…

—Lo que me ha pasado con la rodilla no tiene nada que ver con esto. —Sentí que para una conversación así debía sentarme, por lo que me incorporé y me armé de valor. Aquello podía terminar como el rosario de la aurora y hacerme mucho, pero que mucho daño, pero necesitaba saberlo—. Jase, siento algo por ti desde que apareciste en casa de mis padres… aquella primera noche. Y sé que suena idiota e infantil, pero tú… eres como un héroe para mí.

Jase, sorprendido, abrió la boca.

—Espera. —Lo silencié posando un dedo sobre sus labios—. Como te he dicho, sé que suena idiota, pero así es como me sentía. Aquella noche, cuando me besaste, solo sirvió para afianzar mis sentimientos. Y después, cuando no volví a saber de ti ni a verte hasta que vine a la universidad, salí con otras personas.

Frunció el ceño y apartó mi mano de sus labios.

—No sé si me gusta oírte decirlo.

—Pero ninguno estaba a tu altura. Y no paraba de compararlos a todos contigo. No lo podía evitar. No…, no eran tú. —Las mejillas me ardían—. Ninguno era como tú.

—Eso ya suena mejor.

Lo fulminé con la mirada.

—En cualquier caso, lo que quiero no tiene que ver con la rodilla ni con el ballet. Siempre he querido estar contigo, a pesar del tiempo que estuvimos sin vernos o de que tengas un hijo. Mis sentimientos por ti no han cambiado.

Jase se quedó mirándome un instante antes de negar lentamente con la cabeza. El corazón se me paró antes de acelerarse.

—Cuando te vi por primera vez —dijo, incorporándose—, pensé que eras increíblemente preciosa.

No me esperaba esa respuesta, pero tampoco podía decir que me disgustara. Me costaba respirar.

—Me sentí como un cerdo —confesó al tiempo que se le coloreaban las mejillas—. Eras la hermana pequeña de mi mejor amigo. No tenías más que dieciséis años y acababas de salir de una situación terrible.

—No es exactamente el tipo de chica con la que nadie quiera tener una relación, ¿eh? —bromeé.

Jase rio entre dientes.



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