Pablo Escobar by Juan Pablo Escobar

Pablo Escobar by Juan Pablo Escobar

autor:Juan Pablo Escobar
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Memorias, Crónica
publicado: 2017-01-24T23:00:00+00:00


7

LAS ÚLTIMAS SETENTA Y DOS HORAS DE MI PADRE

Al cabo de una larga búsqueda en distintos lugares de Medellín, finalmente encontré la casa de Luz, una prima de mi padre, la última persona que el 2 de diciembre de 1993 lo vio con vida junto a Limón, su chofer y guardaespaldas.

Luz es una señora de aspecto amable que no se involucró en actividades ilícitas, pues la unía a mi padre un amor de familia, no un interés económico. Él lo sabía muy bien y por eso le confió su vida y su seguridad en los momentos finales de su existencia.

Luego de contarle el propósito de mi repentina aparición en su casa, Luz aceptó hablar por primera vez con alguien sobre las setenta y dos horas que antecedieron a la muerte de mi padre. Su relato, lleno de datos que yo desconocía, me produjo tristeza porque no deja duda del proceso de deterioro que él vivía cuando ya sus enemigos le habían quitado prácticamente todo y nosotros, su familia, afrontábamos un serio peligro en Bogotá.

Ello explica por qué en sus últimas horas de vida mi padre violó todos los protocolos de seguridad e hizo numerosas llamadas —incluidas las que realizó a Residencias Tequendama para hablar con nosotros—, sin importarle que al identificarse con su nombre propio les facilitaría la tarea a los policías, que tenían intervenidos los teléfonos y aprovecharían para rastrear el lugar desde donde provenía la llamada.

Luz me contó que tres meses después de escapar de la cárcel La Catedral —aproximadamente, en octubre de 1992—, mi padre llegó inesperadamente a su casa del barrio La Paz, de Envigado. Ya era pasada la medianoche cuando alguien tocó varias veces en la puerta, hasta que ella y sus dos hijos mayores despertaron.

La sorpresa de Luz fue inmensa al ver que mi padre —de nuevo el hombre más buscado del mundo— se arriesgaba a ir al barrio que lo vio nacer y crecer como benefactor y delincuente. Justamente allí se había concentrado buena parte de la búsqueda de mi padre, y los allanamientos, detenciones y operaciones policiales y militares eran cosa de todos los días.

—¿Qué hubo, primita? ¿Qué más? ¿La desperté? Qué pena, pasaba a saludarla. ¿Cómo han estado? —dijo mi padre, disfrazado con peluca, gorra y gafas transparentes.

—Ay, Pablo, qué emoción verlo por aquí, mijo; venga, bien pueda, pase. ¿Vino solo? —preguntó Luz, entre desconcertada y emocionada por la llegada de su primo, al que no veía desde hacía tiempo.

—Sí, fresca, que vine solo.

Un rato después de recordar anécdotas de la familia, mi padre le pidió que hablaran en privado en una de las habitaciones de la casa. Ella asintió.

—Oiga, primita, ¿a usted le daría miedo cuidarme en secreto en una casita en Medellín?

—Mijito, para mí sería una alegría poder ayudarle en lo que humanamente pueda. Cuente conmigo —respondió de inmediato, sin medir el problema en que se iba a meter.

—Ah, pues yo sí le agradezco mucho. Cuente con que le voy a colaborar también. Entonces, vea, le voy a dejar esta platica para que compre una casa en el barrio Los Olivos.



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