Los cuatro grandes by Agatha Christie

Los cuatro grandes by Agatha Christie

autor:Agatha Christie [Christie, Agatha]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 1927-01-01T05:00:00+00:00


Capítulo XII

UNA TRAMPA CON UN CEBO

Estábamos a mediados de enero, en un característico día de invierno londinense, húmedo y sucio. Poirot y yo nos hallábamos sentados en sendos sillones bien arrimados al fuego. Yo era consciente de que mi amigo me miraba con una sonrisa burlona, cuyo significado me era imposible penetrar.

—Daría cualquier cosa por saber en qué está usted pensando —dije a la ligera.

—Pensaba, amigo mío, que cuando usted llegó mediado el verano, me dijo que se proponía pasar en este país un par de meses tan sólo.

—¿Dije eso? —pregunté con cierto embarazo—. No lo recuerdo.

La sonrisa de Poirot se hizo más amplia.

—Pues lo dijo, mon ami. Desde entonces ha cambiado sus planes, ¿no es así?

—Sí… en efecto.

—¿Y por qué?

Lancé una imprecación y añadí:

—No creerá usted, Poirot, que voy a dejarle solo cuando se enfrenta con algo tan serio como los Cuatro Grandes, ¿verdad?

Poirot asintió suavemente con la cabeza.

—Eso es precisamente lo que pensaba. Usted es un amigo fiel, Hastings. Se ha quedado aquí para ayudarme. Y su esposa, la pequeña Cenicienta como usted la llama, ¿qué dice de todo esto?

—No se lo he contado con detalle, por supuesto, pero lo comprende. Ella sería la última en desear que le volviera la espalda a un amigo.

—Sí, sí, ella es también una amiga leal. Pero es posible que este asunto tarde bastante en resolverse.

Yo asentí, algo desalentado.

—Ya han pasado seis meses —dije pensativo—. ¿Y dónde nos encontramos? Usted sabe, Poirot que no puedo evitar el pensamiento de que debiéramos… bueno, hacer algo.

—¡Siempre tan enérgico, Hastings! ¿Y qué es exactamente lo que usted quisiera que hiciese?

Aunque ésta era una pregunta difícil, yo no pensaba cambiar de actitud.

—Debemos pasar a la ofensiva —insté—. ¿Qué hemos hecho durante todo este tiempo?

—Más de lo que usted cree, amigo mío. Después de todo, hemos establecido la identidad del Número Dos y del Número Tres y conocemos bastante bien los modos y métodos que emplea el Número Cuatro.

Me animé un poco. Tal como lo expresaba Poirot, las cosas no iban tan mal.

—No le quepa duda, Hastings: hemos adelantado mucho. Es verdad que no estoy en situación de acusar ni a Ryland ni a madame Olivier… ¿quién me iba a creer? ¿Recuerda que hubo un momento en que pensé que había acorralado a Ryland? Sin embargo, he dado a conocer mis sospechas en ciertas esferas, de las más altas. Lord Aldington, que me contrató para que le ayudara en el asunto del robo de los planos del submarino, conoce perfectamente toda mi información respecto a los Cuatro Grandes; aunque es posible que los demás tengan dudas, él tiene fe en mí. Aunque Ryland, madame Olivier y el propio Li Chang Yen sigan actuando como de costumbre, todos sus movimientos son seguidos puntualmente.

—¿Y el Número Cuatro? —pregunté.

—Como acabo de decir, estoy empezando a conocer y a entender sus métodos. Puede usted sonreír, Hastings; pero ahondar en la personalidad de un hombre, saber exactamente lo que hará en determinadas circunstancias… ése es el principio del éxito. Es un duelo entre nosotros dos.



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