Los 100 (Los 100 1) by Kass Morgan

Los 100 (Los 100 1) by Kass Morgan

autor:Kass Morgan
La lengua: spa
Format: epub
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2014-04-29T00:00:00+00:00


Por enésima vez desde que se había sentado, hacía dos minutos, Wells echó una ojeada al chip de su collar. El mensaje era inquietante, y Clarke llevaba varias semanas comportándose de un modo extraño. Él apenas la había visto y las pocas veces que había logrado dar con ella, la chica prácticamente se retorcía de nervios.

Wells tenía miedo de que hubiera decidido romper con él. Y si aún no se le había perforado el estómago de la inquietud, era porque sabía que ella no habría escogido la biblioteca para dejarlo. Habría sido una crueldad por su parte elegir precisamente el lugar que más amaban. Clarke no le haría eso.

Al oír unos pasos, se puso en pie. En aquel momento, los focos del techo se encendieron. Llevaba tanto rato sentado que la biblioteca había olvidado su presencia. Solo las tenues luces de seguridad seguían brillando en el suelo. Clarke se acercó, aún vestida con la ropa del hospital. Wells casi siempre sonreía cuando la veía de esa guisa —le encantaba que no dedicara horas y horas a acicalarse como casi todas las chicas de Fénix—, pero no aquella vez; la camisa y el pantalón azules le colgaban por todas partes y tenía grandes ojeras.

—Eh —dijo, avanzando un paso para saludarla con un beso. Ella no se apartó, pero tampoco le devolvió el saludo—. ¿Te encuentras bien? —le preguntó, aunque saltaba a la vista que no.

—Wells —empezó a decir ella, y se le quebró la voz. Parpadeó para contener las lágrimas.

Él abrió unos ojos como platos, asustado. Clarke nunca lloraba.

—Eh —murmuró. La rodeó con el brazo para llevarla al sofá. Las piernas apenas la sostenían—. Todo irá bien, te lo prometo. Tú dime qué te pasa.

Ella lo miró fijamente, y Wells advirtió que Clarke se debatía entre el miedo y la necesidad de confiarse.

—Tienes que prometerme que no le contarás esto a nadie.

Él asintió.

—Claro.

—Hablo en serio. Esto no es un rumor. Es real, una cuestión de vida o muerte.

Wells le apretó la mano.

—Clarke, sabes que me lo puedes contar todo.

—He averiguado… —respiró profundamente, cerró los ojos y volvió a empezar—. Ya sabes que mis padres están investigando los efectos de la radiación —él asintió.

Los padres de Clarke estaban a cargo de un importante experimento cuyo objetivo era determinar cuándo, de ser posible algún día, podrían volver a la Tierra los seres humanos sin correr peligro. Cada vez que su padre hablaba de una misión a la Tierra, Wells daba por supuesto que hablaba de una posibilidad remota, más de una esperanza que de un auténtico proyecto. Por otra parte, sabía lo importante que era el trabajo de los Griffin para el canciller y para el conjunto de la colonia.

—Están haciendo pruebas con humanos —le reveló Clarke en voz baja. A Wells se le puso la piel de gallina, pero no dijo nada; se limitó a apretarle la mano con más fuerza—. Están experimentando con niños —concluyó ella, casi en susurros.

Hablaba en un tono apático, como si llevara tanto tiempo dándole vueltas a la idea que la frase hubiera perdido su significado.



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