Las cartas secretas de Benedicto XVI by Gianluigi Nuzzi

autor:Gianluigi Nuzzi [Nuzzi, Gianluigi]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Historia, Ensayo
editor: ePubLibre
publicado: 2011-12-31T16:00:00+00:00

«Bertone debe marcharse»

Son muchos los que empiezan a imputar al secretario de Estado gran parte de los errores cometidos en la orilla derecha del Tíber. Aunque sean perpetrados por otros. De todos modos, Bertone es considerado corresponsable. La pésima gestión del caso Richard Williamson, obispo lefebvriano negacionista sobre las cámaras de gas, al que se retira la excomunión; el caso del sacerdote ultraconservador Gerhard Wagner, que en Austria acusa de «satanismo» a los libros de Harry Potter, sosteniendo también tesis extravagantes, como interpretar el huracán Katrina como el castigo divino debido a la inmoralidad de los habitantes de Nueva Orleans. Wagner primero es nombrado obispo auxiliar de Linz, luego deberá renunciar frente a la protesta de la comunidad católica austriaca.

La medida parece definitiva en abril de 2009, cuando algunos importantes cardenales se reúnen con Benedicto XVI en la residencia de Castel Gandolfo para pedirle el cese del secretario de Estado. El 2 de diciembre de 2009 Bertone cumplirá setenta y cinco años, parece la ocasión adecuada para mandarlo a descansar por haber alcanzado los límites de edad, sin revuelo. En el encuentro están presentes cuatro purpurados de relieve: Angelo Bagnasco, Camillo Ruini, Angelo Scola y el austriaco Christoph Schönborn. Pero el papa casi no los deja hablar. No se deja condicionar. Se anticipa a las quejas con una gélida respuesta en alemán: «Der Mann bleibt wo er ist, und basta». El hombre se queda donde está, y basta.

En efecto, desde aquel día Bertone, acaso vacilando en algunos momentos, se mantiene en el sillón. Llegamos al 2 de diciembre, el cardenal festeja su cumpleaños recibiendo las felicitaciones, entre otros, del papa. Será precisamente el pontífice quien confirme su confianza cuando poco después rechace su dimisión por haber alcanzado el límite de edad, que el purpurado había presentado con una carta en la que reconocía algunas de sus limitaciones[76]. Por lo demás, un cambio tan significativo sometería a la Iglesia a turbulencias y repercusiones ni siquiera imaginables en este periodo de crisis económica mundial, y debilitaría al Santo Padre. Pero los ataques y las críticas al secretario de Estado no cesan.

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