La vida en orden alfabético by Juan Martos & María Llorente

La vida en orden alfabético by Juan Martos & María Llorente

autor:Juan Martos & María Llorente [Martos, Juan & Llorente, María]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Medicina, Psicología
editor: ePubLibre
publicado: 2019-05-01T00:00:00+00:00


Jueves, 29 de junio. Sesión con Álvaro

En mi casa nunca se habla del futuro. Creo que es otro de los temas tabú de mi familia. Supongo que a todos nos preocupa y que cada uno de nosotros guardamos en silencio muchos miedos. Tengo mil dudas, pero nunca he sido capaz de compartirlas con mis padres. ¿Pablo será capaz de vivir de manera autónoma? ¿Quién lo cuidará cuando mis padres no estén? ¿Qué se espera de mí? ¿Se da por sentado que Pablo y yo viviremos juntos cuando seamos adultos? ¿No podré tener mi propia familia? Siento una carga de responsabilidad enorme. Creo que a veces le atosigo tanto y le insisto en que haga las cosas de otra manera porque necesito saber que, cuando sea adulto, Pablo podrá valerse por sí mismo.

Realmente no me imagino viviendo con él el resto de mi vida, pero tampoco aceptaría la opción de que pasase parte de su vida en una residencia para personas con discapacidad. Por el bien de Pablo y por el de todos, mi hermano tiene que conseguir llevar una vida normal, con un trabajo normal y con una independencia normal para alguien de su edad. Pablo odia que utilice la palabra «normal», pero a mí no se me quita de la cabeza que ese es el objetivo: ser una persona normal con sus peculiaridades. ¿Será capaz de conseguirlo?

Mis padres nunca me han pedido explícitamente que me responsabilice de mi hermano, pero a veces tengo la sensación de que eso es lo que se espera de mí. Y no solo con relación al futuro. Desde que éramos pequeños he tenido esa carga, aunque ya no sé si fue autoimpuesta o si mis padres, sutilmente, la depositaron sobre mis hombros. Lo que sé es que siempre he estado pendiente de él, a veces para bien y otras, como pensará él, para mal.

He sido muy consciente de las miradas indiscretas de muchas personas que se sorprendían al verlo haciendo sus movimientos. También ha habido gente que se giraba a observarlo tras escuchar su peculiar voz enumerando tropecientas capitales en la cola del supermercado. Me ha costado mucho acostumbrarme a esas miradas y, aunque ahora casi ni me fijo, de pequeño las vivía como una tortura. Yo quería pasar desapercibido, pero en compañía de Pablo eso era casi misión imposible. Cuando sentía esas miradas, me lanzaba a recriminarle su comportamiento: «Habla más bajito que todo el mundo nos está mirado; para de escribir el nombre de las ciudades en el aire, deja de repetir la palabra membrillo que estás poniendo nerviosos a los viajeros que están sentados en frente…». Así me he pasado toda la vida. Y le hacía esos comentarios o esos reproches porque me sentía doblemente irritado; irritado con él por hacerme pasar vergüenza, por ponernos en ridículo y provocar que la gente nos mirase. Pero al mismo tiempo también me sentía irritado con todas esas personas insensibles, maleducadas e intolerantes que no solo recriminaban con sus miradas a mi hermano por



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