La sombra del asesino by AA. VV

La sombra del asesino by AA. VV

autor:AA. VV. [AA. VV.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2009-06-09T00:00:00+00:00


La aventura de los coches de punto[1]

R. L. STEVENSON

El teniente Brackenbury Rich había dado muestras de su muy grande valor en una de las muchas batallas libradas en las montañas de la India. Incluso capturó en una ocasión a un jefe enemigo, con sus propias manos; así, cuando regresó a Inglaterra, reconocido ya como un héroe, a consecuencia de una grave herida de sable que sufriera, y enfermo además de fiebres, la sociedad se aprestaba a reconocerle de acuerdo con su ya bien labrada fama de héroe.

El teniente, sin embargo, se distinguía sobre todo por su modestia, y aunque no pueda negarse que llevaba en la sangre el veneno de la aventura, despreciaba la adulación y a los aduladores… Así que, para que se pasara aquella euforia, decidió hacer una escala en Argel, en uno de cuyos balnearios se repuso durante un tiempo, y arribó al fin a Inglaterra cuando se agotaba ya el eco de sus hazañas. Se presentó en Londres de manera tan inadvertida como siempre lo había querido; no tenía padres, sus únicos parientes vivían lejos de la ciudad, así que, como si fuera un extranjero, se instaló en la capital del país por el que tan valientemente había derramado su sangre.

Al día siguiente de su llegada cenó solo en un club militar, tras recibir el afecto de varios compañeros de armas que le felicitaron efusivamente; todos ellos tenían compromisos previos, y el teniente, por suerte para él, no tardó en verse libre de aquel leve asedio. Iba vestido de etiqueta, como para acudir a una representación teatral. Desconocía las costumbres de la gran ciudad; había pasado de una escuela provinciana a la Academia militar, y de ahí directamente al Oriente, para servir al Imperio; creía, sin embargo, que se abrían ante él mil y una aventuras de lo más placenteras, así que, después de cenar, adelantando marcialmente su bastón a cada paso, echó a caminar hacia el oeste de la ciudad. Ya había oscurecido, la temperatura aún era grata aunque amenazaba lluvia… Los muchos rostros con los que se cruzaba, a la luz de las farolas, dispararon su imaginación; creyó, así, que podría caminar por doquier bajo una atmósfera tan fabulosamente destinada a mostrarle los tesoros más ocultos de la ciudad, ser uno más de los cuatro millones de almas privilegiadas que alberga Londres. Al pasar ante una casa, la contemplaba maravillado pensando en lo que podría acontecer en su interior; al cruzarse con alguien, lo miraba a los ojos con un interés inusitado, el mismo que pondría en sus miradas un criminal o el hombre más generoso. «Se habla mucho de la guerra —⁠se decía⁠— y sin embargo es aquí donde está el auténtico campo de batalla de la humanidad». Un poco más adelante, sin embargo, se extrañó de que a pesar de llevar ya un buen rato paseando aún no le hubiera salido al paso una sombra, siquiera, de aventura… «Bueno, todo se andará, cada cosa a su debido tiempo —⁠se dijo⁠—; aún no soy



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