La revolución islámica en Occidente by Ignacio Olagüe

La revolución islámica en Occidente by Ignacio Olagüe

autor:Ignacio Olagüe [Olagüe, Ignacio]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Arte, Ciencias sociales, Espiritualidad, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 1974-01-01T00:00:00+00:00


La guerra civil

Con los primeros años del siglo VIII se condensa la oscuridad. Se esforzaron a la muerte de Vitiza los ortodoxos trinitarios en recobrarse. Trataron desesperadamente de recuperar el poder, a fin de reanudar la política que habían abandonado Egica y su hijo. Roderico, gobernador de la Bética, encabezó el movimiento. Sin embargo, han diferido las opiniones acerca de su acción. Según ciertas crónicas, las más modernas, había él mismo destronado a Vitiza; según las más antiguas había empezado a actuar a la muerte del rey[289].

Opinan la mayoría de los autores que Vitiza había fallecido en el año 708 o 709 de muerte natural. Había asociado al trono a su hijo mayor Achila, mas no pudo mantenerse su autoridad por ser menor de edad y a pesar del apoyo de su tutor, Rechesindo, que debía de ser uno de los jefes de los unitarios. Los aristócratas godos que pertenecían en su mayoría al bando de los trinitarios, ayudados por los obispos ortodoxos, aprovecharon la situación para rebelarse. Suscitaron la reacción general de la masa del pueblo que les era hostil. Consecuencia: general fue el desorden. No se trataba de un corto período anárquico, debido a la ausencia temporal de un poder central. Se presentaba una situación parecida a los momentos aciagos de la sucesión del rey difunto; puesto que en todas las monarquías electivas existe un bache entre la muerte del soberano y el nombramiento del sucesor, que aprovechan los descontentos para manifestarse. Jamás estas reacciones habían tenido en España tal envergadura como a la muerte de Vitiza. Circunscritas generalmente a niveles provinciales, siempre habían sido dominadas sin mayores consecuencias. Nada entonces parecido. Habían alcanzado tal condensación las ideas religiosas que bastó la menor chispa: la elección de Roderico por una asamblea reunida en Toledo, compuesta como siempre de obispos y de los grandes de palacio, nombramiento dirigido en contra de los hijos de Vitiza, para que surgiera una conflagración gigantesca. Duraría unos sesenta años.

«Estando así la tierra sin rey en tal división que non se podrían acordar los unos con los otros comenzaron de haber entre sí bandos y muchas peleas et matábanse de mui mala manera, …et por razón non quedó villa en toda España que se non alzase et se non ficiesen mal los unos a los otros, ansi como si fuesen enemigos mortales, ca ellos se mataban unos a otros et se robaban et captivaban como si de siempre acá fuesen enemigos…»[290].

Tan imponente convulsión no podía haber surgido por una causa subalterna, como lo era la incapacidad de un adolescente para gobernar. Según este mismo cronista, necesitaron los trinitarios, obispos y duques, nada menos que año y medio para ponerse de acuerdo y nombrar rey a Roderico. Tan confusa era la situación. Inexplicable, si no se entienden las divisiones ideológicas que oponían a los españoles los unos contra los otros. Y tan era así que la guerra civil entonces empezada conducía nada menos que a una completa transformación de la sociedad.

Se impone entonces una observación:



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