La orilla celeste del agua by Jordi Soler

La orilla celeste del agua by Jordi Soler

autor:Jordi Soler [Soler, Jordi]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Ciencias sociales
editor: ePubLibre
publicado: 2021-09-15T00:00:00+00:00


Uno de los zapatos que más me han impresionado aparece descrito en La educación sentimental, la novela de Gustave Flaubert.

El zapato pertenece a la inquietante señora Arnoux y para poder explicarlo voy a tener que reconstruir, de manera breve y desde luego modesta, el entorno que lo rodea, el mundo que existe más allá de este inolvidable zapato literario.

Frédéric, un joven heredero y sumamente provinciano, llega a París con el proyecto de vivir un amor apasionado. Sin perder el tiempo en observaciones, ni cabildeos, ni susurros, ni investigaciones de campo, rápidamente apunta sus baterías, cuando la novela lleva apenas unas cuantas páginas, al espíritu, y sobre todo al cuerpo que lo contiene, de la señora Arnoux.

Esta señora es mayor que Frédéric y, encima, está casada con un amigo suyo, lo cual complica la conquista, aunque también la pone al rojo solferino, que es el color que adquiere Frédéric cada vez que se queda solo con ella: enrojece y se pasma, y no puede articular palabra; es incapaz de manifestarle el amor que siente, por varias razones, entre las que está desde luego su amistad con el marido, y también su propia turbación y su violento provincianismo, pero sobre todo lo enmudece esa vida secreta que ha llevado con ella, sin que ella esté enterada, imaginándola e imaginándose con ella en esa situación, en ese paraíso inenarrable que es estar entre los brazos de la mujer amada.

Pero el muchacho tenía que conformarse con verla tocar el piano, verle las manos, los tendones del cuello, los labios murmurando las notas que tocaba.

En uno de estos encuentros castos con la señora Arnoux, Flaubert nos cuenta esa escena donde aparece el zapato que tanto me emociona: «La señora Arnoux, vuelta de espaldas a la luz, se inclinaba hacia él. Sentía él sobre su frente la caricia de su aliento; a través de la ropa el contacto indeciso de todo su cuerpo. Se estrecharon las manos; la punta de su botín sobresalía un poco bajo el vestido, y él le dijo, con una voz casi desfalleciente: la vista de su pie me turba».

Emocionado con ese pie, que iba oculto, como la perla en su concha, en un sugerente botín, fui desesperadamente a revisar ese homenaje a los botines, y a los pies, que es la película El diario de una recamarera, de Luis Buñuel.

Si no enseña nada, ¿puede ser sugerente un botín? Me parece que sí, porque al no enseñar nos deja la posibilidad de imaginarlo todo, cosa que no pasaría si el pie de la señora Arnoux, o el de la recamarera del que hablaré a continuación, estuvieran medio cubiertos por un huarache o una chancla, pues nos dejaría solo una mínima parte para imaginar, y resulta que un pie, sin margen para la imaginación, no es más que un pie, bello o feo, pero un pie.

La actriz de El diario de una recamarera, y la portadora de estos emblemáticos botines, es Jeanne Moreau. En varios libros, de actores, directores e investigadores del cine,



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