La mujer como elemento indispensable para la respiración by Enrique Jardiel Poncela

La mujer como elemento indispensable para la respiración by Enrique Jardiel Poncela

autor:Enrique Jardiel Poncela [Jardiel Poncela, Enrique]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Humor
editor: ePubLibre
publicado: 1950-04-23T00:00:00+00:00


LA INAUGURACIÓN DEL SERVICIO TELEFÓNICO ENTRE ESPAÑA

Y NORTEAMÉRICA Y LAS COGIDAS DE LOS TOREROS

Señores:

Vamos allá. Hablemos hoy de la inauguración del servicio telefónico entre España y Norteamérica en su relación con las cogidas de los toreros. Y al hablar de este nuevo servicio telefónico procuremos no perder el hilo.

Un país —queridos radioyentes— puede ser extraño.

Un país puede ser montañoso.

Y puede ser montañoso y no ser extraño.

Y puede ser montañoso y extraño.

Y puede ser extraño y no ser montañoso.

Y puede ser extraño y montañoso. ¡Esto sí que es montañoso, digo, esto sí que es extraño!

A la calificación última pertenece nuestro país España es un país montañoso y extraño. El por que es montañoso —como la gloria de Napoleón— no necesita demostrarse. En cuanto a su otra cualidad reside, a mi juicio, en que hay acontecimientos de una importancia inaudita y que —sin embargo— no llaman la atención en España todo lo que debiera; y en que existen hechos que carecen de trascendencia y que, no obstante, originan un verdadero cisco nacional. Ejemplo de un accidente al que se le suele dar más importancia de la que tiene: la cogida de un torero. Ejemplo de acontecimiento al que no se le concede bastante importancia: la inauguración del servicio telefónico entre España y Norteamérica.

Ocupémonos primero de lo segundo: de la cogida del torero.

Cuando este hecho se produce en una plaza, y no bien el diestro ha sido trasladado a la enfermería un clamor se extiende al punto por toda la ciudad; un clamor contradictorio.

Unos dicen:

—Ha sido un cornalón.

Otros:

—Ha sido un puntazo.

Otros:

—Ha sido un varetazo.

Y otros:

—Ha sido un trastazo.

No obstante, y como España es una nación extra ña, de la ciudad de origen, el rumor pasa a todo el país y durante varios días veinticuatro millones de personas no hablan de otra cosa que de la cogida del torero. Al mismo tiempo, hay docenas de enfermos ilustres postrados en el lecho; pero eso no importa. El esencial es el torero. Circulan noticias de que está mejor. Luego se dice que ha empeorado. Después que está gravísimo. Por fin, que le va a ser practicada una delicada operación quirúrgica en el muslo. Interviús con el médico. Interviús con la familia del torero. Interviús con el mozo de estoques, que no dice nada porque está desolado, y que de vez en cuando gime:

—¡Dios mío! ¡Si se sarvara…! ¡Si resurtara bien la trepanasión que le van a haser en la pierna…!

Y el torero se salva. Pero la atención del país sigue puesta en él. Y hasta que el torero se levante, hasta que ya le sea posible hacer gimnasia, hasta que toree de nuevo, le acompañará la expectación y el interés de toda la nación.

Si don Miguel de Cervantes resucitara y volviera abrazar la carrera de las armas, y volviera a perder su brazo en Lepanto, no se le haría más caso que al torero que ha sufrido una cogida en la plaza y en el muslo. Tiene tal importancia en España ser torero, que no me resisto a callarme lo que me sucedió con Manuel López.



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