Esta noche moriré by Fernando Marías

Esta noche moriré by Fernando Marías

autor:Fernando Marías [Marías, Fernando]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 1996-05-06T00:00:00+00:00


La acera helada aguardaba, cinco pisos por debajo de él. Desde la ventana de la pensión la veía ligeramente borrosa, tal vez por el desacostumbrado esfuerzo de leer durante horas o tal vez a causa de los vapores del vino: había tomado ya tres de las botellas que, al entrar en la habitación, le habían parecido un regalo del cielo. Sin embargo, el lujoso coche negro aparcado en la nieve le pareció concreto y cercano. Se preguntó si realmente Carmen estaría allí, mirándole también tras los cristales opacos. Se estremeció y bebió de la botella que sostenía con la mano izquierda ansiosamente, como si tuviera sed; la terminó y abrió otra antes de acercarse a la esquina de la cama donde aguardaba el paquete rectangular; tenía el tamaño de un libro y estaba perfectamente envuelto. Se le ocurrió que podía contener una de esas culebras de goma que saltan a la cara. La idea le pareció macabra y aumentó su inquietud por el paquete, pero tenía que abrirlo y lo hizo. No había fotos en su interior, sólo una cinta de vídeo con una nota mecanografiada que decía: «En el texto que le he entregado esta tarde, mi cliente hacía referencia a una colección de fotografías. Cuando él murió, la técnica del vídeo no estaba suficientemente desarrollada, pero eso ha cambiado y yo me he permitido interpretar libremente sus órdenes aportando esta cinta. Sin duda, cumple el resultado que se pretende mejor que las fotos». Conectó el vídeo con asustada cautela; la cinta se puso en marcha con un ligero susurro, como si la culebra acechase efectivamente en las entrañas del aparato. La primera imagen le trasladó casi veinte años atrás. Se vio a sí mismo recibiendo del alcalde su tercera Placa de Oro. El remoto apretón de manos tensó sin que pudiera evitarlo el extremo del muñón, que continuó latiendo al ritmo de su corazón durante la selección de imágenes de su época de gloria: él en una recepción del Cuerpo, él arengando a los cadetes de la Academia, él durante alguna rueda de prensa sobre los éxitos de su grupo de operaciones especiales… En un plano subrayado por un congelado de imagen, se reconoció durante la lectura de la sentencia que condenaba al autor del texto increíble que acababa de leer: su viejo y olvidado enemigo Corman. Recordó cómo se había obsesionado por meterlo entre rejas y cómo se alegró al conseguirlo gracias a un turbio asunto homosexual. Recordó también su suicidio en la cárcel, unos tres años después de su encierro. Alguien le había dicho que en los últimos tiempos había enloquecido, entregado a una tarea enfermiza que divertía a los demás presos y preocupaba a los médicos: escribir frenéticamente en un gran cuaderno negro. Regresaban poco a poco a su memoria los detestados rasgos de Corman —⁠cabeza calva y voz pausada, figura adiposa y labios gruesos y aplastados como si besaran una placa de cristal… también la noción vaga, entresacada alguna vez de un informe oficial,



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