En las chanclas de Manoli by Raquel G. Estruch

autor:Raquel G. Estruch
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Humor
publicado: 2019-08-06T22:00:00+00:00

CAPÍTULO 12

“¡Qué bien viven los que viven bien!”. Ese fue el pensamiento que me acompañó durante los tres cuartos de hora que pasamos Pilar y yo en el Spa. En el silencio y la calma de esas termas de piedra milenaria y mármol ubicadas en las profundidades del club, me sentí alguien importante. Una mujer con un montón de oportunidades al alcance de su mano, con toda una vida por delante a pesar de haber superado ya la barrera de los cuarenta. Miré de reojo a mi amiga que tenía la cabeza apoyada en el borde del jacuzzi, el rostro completamente relajado y parecía estar muy lejos de allí. Sentí un profundo respeto y admiración por ella. Desde ya muy pequeña y, alentada por unos padres que habían emigrado desde el sur, se esforzó por cumplir sus sueños. Estos hablaban de viajar, aprender idiomas y dirigir su propia empresa algún día. Y así lo había hecho. Antes de cumplir los treinta y cinco, Pilar era la dueña en exclusiva de una de las empresas de catering más famosas no solo de Barcelona, sino del país. Los años de estudio, noches en vela, viajes a Estados Unidos y después a China para aprender dos idiomas que ya por entonces ella consideraba imprescindibles, habían dado sus frutos. Era dueña de su vida y, algo que a mí me fascinaba, parecía ser feliz aun con las jornadas maratonianas de trabajo a las que se sometía.

Reflexioné entonces sobre lo que me había dicho al finalizar la tortura del yoga: Que tenía que pensar en mí y en el futuro. En lo que quería hacer. Había estado obviando la respuesta en cierto modo, de forma intencionada. Era cierto que no tenía ni idea de qué hacer. Si debía de cambiar de profesión después de tanto tiempo. Veinte años en la carnicería me habían convencido de que ese era mi destino. No había sido algo sencillo, la verdad. Había pasado por un duro proceso de aprendizaje. Uno que, gracias a mi madre primero, y a la odiosa Meritxell después, se había prolongado durante años. A lo mejor, el paso que todo el mundo estaba esperando que diera era precisamente ese. Hacerme cargo de un negocio para el que llevaba preparándome casi la mitad de mi vida. En alguna ocasión, en el pasado, se lo había insinuado a mi madre, pero ella nunca había querido hablar en serio del tema. Se limitaba a responder que nos preocuparíamos de eso cuando llegara el momento. La verdad es que deshacerme de la encargada que me había amargado tanto la existencia durante años era una idea que me seducía y mucho. Sin embargo, una parte de mi me obligaba a preguntarme si me veía envejeciendo en el puesto del mercado. Si realmente quería pasar otras dos décadas como las que ya llevaba a mis espaldas. No hizo falta que me respondiera. La piel lo hizo por mí erizándose hasta el punto de que incluso me dolió.

Cuando Pilar y yo nos

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