El sastre de panamá by John Le Carré

El sastre de panamá by John Le Carré

autor:John Le Carré [Carré, John Le]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: - Divers
publicado: 1995-12-31T23:00:00+00:00


Irlanda la preferida: Un ingreso regular, excelentes perspectivas a largo plazo, pero escasas ganancias cuando han de repartirse entre agencias rivales.

El Islam militante: Ráfagas esporádicas; en términos generales, rendimiento pobre. Como sucedáneo del terror rojo, un total fracaso.

Armas a cambio de drogas, S. A.: Un desastre. El Servicio no sabe si hacer de guardabosque o de cazador furtivo.

En cuanto a la tan cacareada materia prima de la era moderna, a saber, el espionaje industrial, Osnard consideraba que cuando se había descifrado unos cuantos mensajes en clave taiwaneses y sobornado unas cuantas mecanógrafas coreanas, ya no podía hacerse mucho más por la industria británica salvo compadecerla. O al menos eso pensaba hasta que Scottie Luxmore lo llamó a su lado.

—Panamá, joven señor Osnard —paseando de un lado a otro por la moqueta azul, chasqueando los dedos, levantando los codos, todo él en movimiento—, ése es el lugar indicado para un joven funcionario con su talento. De hecho, es el lugar indicado para todos nosotros, pero esos necios de Hacienda no ven más allá de sus narices. El mismo problema tuvimos con las islas Falkland, no tengo el menor reparo en admitirlo. Oídos sordos hasta el toque de alerta.

El despacho de Luxmore es amplio y está cerca del cielo. A través de los cristales tintados a prueba de bala se ve el palacio de Westminster, alzándose en todo su esplendor al otro lado del Támesis. Luxmore es un hombre menudo. Su barba afilada y su paso enérgico no consiguen aumentar su estatura. Es un anciano en un mundo de jóvenes, y su alternativa es correr o caer. O eso piensa Osnard. Luxmore se succiona los dientes delanteros al hablar como si siempre tuviese un caramelo en la boca.

—Pero las cosas van mejorando. La Junta de Comercio y el Banco de Inglaterra han puesto el grito en el cielo. El Foreign Office, aunque poco dado a la histeria, ha expresado su cauta preocupación. Recuerdo que expresaron un sentimiento semejante cuando tuve el placer de informarles de las intenciones del general Galtieri respecto a las mal llamadas Malvinas.

Las esperanzas de Osnard se desmoronan.

—Pero, señor… —objeta con la calculada voz de neófito perplejo que ha adoptado.

—¿Sí, Andrew?

—¿Cuáles son los intereses británicos en Panamá? ¿O es que soy estúpido?

La inocencia del muchacho complace a Luxmore. Moldear a los jóvenes para el servicio en puestos de vanguardia ha sido siempre una de sus mayores satisfacciones.

—No existen, Andrew. En Panamá como nación, los intereses británicos son nulos en todos los sentidos —responde con una sonrisa arqueada—. Unos cuantos marineros abandonados a su suerte, inversiones por valor de unos pocos cientos de millones, una decreciente colonia británica, un par de moribundos comités consultivos, y ahí terminan nuestros intereses en la República de Panamá.

—Entonces…

Luxmore lo interrumpe con un gesto. Se dirige a su propio reflejo en el cristal antibalas.

—Sin embargo, joven señor Osnard, si modifica usted ligeramente el enunciado de su pregunta, obtendrá una respuesta muy distinta. ¡Ah, sí!

—¿Cómo, señor?

—¿Cuáles son nuestros intereses geopolíticos en Panamá? Pregúnteselo.

—Luxmore está en otra parte—.



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