El mal dormir by David Jiménez Torres

El mal dormir by David Jiménez Torres

autor:David Jiménez Torres [Jiménez Torres, David]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Psicología
editor: ePubLibre
publicado: 2022-01-01T00:00:00+00:00


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Concluyamos esta parte señalando que, para cierto tipo de maldurmiente, también hay algunas noches maravillosas.

Se calcula que un treinta por ciento de la población adulta tiene el ciclo de sueño escorado hacia la noche. Los expertos se refieren a esto como cronotipo vespertino o de «búho», en contraposición con el cronotipo matutino o de «alondra». Al «búho» le resulta muy complicado quedarse dormido antes de la medianoche. Y esto es algo congénito, integrado en su ADN: no pueden ejercer prácticamente control alguno sobre ello. Por esto, y debido a que los horarios de trabajo del mundo desarrollado suelen estar orientados hacia los ritmos de las «alondras», los «búhos» suelen ser maldurmientes. Este es uno de los motivos de mis problemas de sueño, y sospecho que también de los de quienes emplean frases como «soy nocturno» o «trabajo mejor de noche». Pero esto último remite a algo que han confirmado los expertos: los «búhos» suelen alcanzar su verdadero potencial de rendimiento al anochecer.

Y tanto.

El proceso comienza a las diez de la noche y puede durar hasta las tres de la madrugada. No se trata de un frenesí hormonal como el de las noches adolescentes. Más bien es una suerte de llegada. Hemos alcanzado un estado mejor y el mundo aparece de pronto con mayor claridad. El pensamiento se vuelve ágil a la vez que se deja embridar por una insólita capacidad de concentración. Nos sentimos ocurrentes, con iniciativa. Adiós a Clark Kent; ha llegado Superman. Escribe más rápido que una bala, tiene ideas más poderosas que una locomotora. Y en medio de este trance controlado aparece una intuición: esto es lo que deben de ser las mañanas para la gente normal.

A la mayoría de búhos les resulta difícil aprovechar esta fase maravillosa de su ritmo circadiano. Ya hemos visto que los horarios de trabajo lo vuelven casi imposible. Yo he tenido la fortuna de elegir profesiones que permiten aprovecharlo más de lo común. En el empujón final de un proyecto de escritura suelo dejar que mis horarios se desequilibren hacia su estado natural. Así, los últimos borradores de mis libros —incluyendo el de este— fueron escritos en horarios de trabajo que empezaban a media tarde y se prolongaban hasta las tres o las cuatro de la madrugada. En esas circunstancias, la soledad de la noche se transforma en una paz generosa. El silencio abre los brazos para recibir tus ideas. Maternalmente susurra: Crece. Vive. Y cuando uno al fin se va a la cama, vencido por un cansancio natural y benévolo, se siente embargado por un profundo agradecimiento. Si por fortuna escucha entonces el canto de un mirlo, en algún lugar de esa noche aún cerrada, rozará un misterio no tan distinto del amor.



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