El enigma de West Heart by Dann McDorman

autor:Dann McDorman [McDorman, Dann]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2023-10-24T00:00:00+00:00

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MÉTODOS HOMICIDAS

Disparos. Puñaladas. Ahogamientos. Fuego. Objeto punzante. Veneno. Puños. Patadas. Dentelladas. Estrangulamientos. Asfixia. Defenestración. Explosión. También aquello que los romanos denominaban damnatio ad bestias («condena a las fieras»), así como otros métodos menos directos: denegar una medicación, provocar un infarto o una embolia o un suicidio…

El cuerpo humano es frágil, y hay múltiples maneras de morir.

Las novelas de misterio tienden a ser comedidas en lo que respecta al acto mortal en sí: una simple y limpia puñalada, una única herida de bala o, la mejor de todas, un discreto veneno que no deja marcas llamativas en el cuerpo; esas son las técnicas preferidas de la novela policiaca de buen gusto, una tradición que mantuvo la novela negra hard-boiled de décadas posteriores. Sin embargo, las «hermanas» de la novela de misterio rara vez son tan parcas en sangre. El narrador del relato «El corazón delator», de Edgar Allan Poe, mata a un anciano y luego oculta el cadáver bajo el entarimado de la habitación, sobre el que mantiene aquella calamitosa conversación final con la policía («¡Arranquen las tablas! ¡Aquí, aquí! ¡Es el latido de su malvado corazón!»). En el relato de Roald Dahl «Cordero al horno», una mujer asesina a su marido golpeándole en la cabeza con una pata de cordero congelada que luego sirve de cena a los policías que investigan el caso, logrando con ello hacerlos cómplices en la eliminación del arma homicida. En «A merced del viento», de Patricia Highsmith, un granjero mata a su vecino y disfraza el cadáver de espantapájaros para esconderlo entre sus campos, donde luego lo descubrirán unos niños el día de Halloween.

Los cuadernos de Agatha Christie nos presentan un verdadero taller forense del crimen, con múltiples propuestas de métodos que, tras ser evaluados en función de su novedad y eficacia, se aceptan o descartan. Christie había trabajado como farmacéutica, por lo que no es de extrañar que el veneno se contara entre sus métodos favoritos. En Estados Unidos el FBI publica regularmente un informe sobre técnicas homicidas, con interminables tablas de estadísticas truculentas que parecen un catálogo de crueldades (la sección «Otras» ofrece un registro particularmente espeluznante de inventiva misántropa). Esas estadísticas confirman algo que Agatha Christie sabía de manera intuitiva: que el envenenamiento, en líneas generales, es un arma femenina. Parejamente, sin embargo, aportan otro dato estremecedor: que el estrangulamiento es una muerte muy común entre mujeres (víctimas, muy a menudo, de un marido o un amante). La discrepancia entre esos dos datos objetivos pone de manifiesto la brutal realidad de la vida doméstica en cuanto a relaciones de género, poder y violencia física, el duro secretismo de la intimidad tras la que los hombres han amado, odiado y asesinado a las mujeres durante siglos.

El asesinato más poético del canon detectivesco podría atribuirse a Dorothy Sayers, que descubrió un ingenioso método homicida valiéndose exclusivamente del repique de campanas, campanas, campanas…

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