El edificio Yacobián by Alaa al Aswani

El edificio Yacobián by Alaa al Aswani

autor:Alaa al Aswani [al Aswani, Alaa]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 2002-01-01T00:00:00+00:00


En momentos raros y excepcionales Suad Gaber mostraba su verdadero ser. Se le escapaba una mirada fugaz como un rayo y su rostro recobraba su apariencia real, exactamente igual que una actriz que tras la representación recupera su personalidad, después de quitarse la vestimenta de actuar y limpiarse el maquillaje. Entonces aparecía en su rostro una mirada seria que se despertaba con torpeza, sugiriendo un cierto grado de dureza y perseverancia y revelando su auténtica naturaleza. Esto le podía ocurrir en cualquier momento: mientras cenaba con Hagg Ezzam, conversando con él o incluso cuando estaba en la cama, girando entre sus brazos, esforzándose por levantar su marchita virilidad. En esos momentos brillaba ese rayo en sus ojos que demostraba que su mente no dejaba de pensar ni en plena pasión.

Muchas veces le sorprendía su nueva habilidad para adoptar papeles falsos. Nunca antes había mentido. Durante toda su vida, por su boca había salido lo que estaba en su mente. ¿De dónde venía entonces todo este teatro? Representaba con habilidad el papel de esposa amante, anhelante, atenta y celosa. Como los actores profesionales, había aprendido a dominar por completo sus sentimientos. Lloraba, reía o se enfadaba cuando ella decidía. En ese mismo momento, en la cama con Hagg Ezzam, estaba representando una escena: la de la esposa que, sorprendida por la virilidad de su marido, se rinde a él para que haga con su cuerpo lo que su insólita potencia demande. Cerraba los ojos, suspiraba y gemía aunque no sentía nada más que el contacto, el mero roce frío e incómodo de dos cuerpos desnudos. Con su conciencia aguda, siempre despierta y al acecho, contemplaba el cuerpo de Hagg Ezzam, extenuado tras agotarse su ímpetu. Después de un mes de matrimonio se hacía manifiesta su debilidad. Evitaba mirar su piel blanquecina de anciano, los escasos pelos rizados de su pecho, sus pequeños pezones oscuros. Le daba náuseas tocar su cuerpo, como si estuviese cogiendo una lagartija o una rana viscosa y asquerosa. Cada vez que lo hacía pensaba en el esbelto y terso cuerpo de Masoud, su primer esposo, con quien había conocido el amor por primera vez. Fueron días hermosos. Todavía sonreía al recordar cómo lo amaba y cuánto deseaba verle. Cómo ardía su cuerpo cuando le tocaba y la sensación de su cálido aliento en el cuello y el pecho. Hacían el amor con pasión, derritiéndose en el colmo del placer y sintiendo vergüenza al recuperarse. Giraba entonces su rostro, apartándose de él, y pasaba un rato evitando mirarle a la cara. Entonces él estallaba en carcajadas y le decía con voz fuerte y ronca:

—¡Ayyyyy! ¿Qué te pasa, niña vergonzosa? ¿Es que hemos hecho algo feo? ¡Es Ley de Dios, tonta!

¡Qué días más hermosos, y qué lejanos quedaban ahora! Amaba a su esposo y sólo esperaba de la vida vivir junto a él y tener un hijo. Bien sabe Dios que no quería dinero ni tenía ninguna otra aspiración. Era feliz en su pequeño piso en El Asafra Qabli, junto a las vías del tren.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.