El dios caido by Gareth Hanrahan

El dios caido by Gareth Hanrahan

autor:Gareth Hanrahan [Hanrahan, Gareth]
La lengua: eng
Format: epub
ISBN: 0000000000000
publicado: 2024-05-06T01:45:50+00:00


Capítulo Veintidós

Artolo hierve de rabia al ver a Carillón Thay. Cierra los dedos de su puño fantasma y se imagina que la tiene agarrada por el cue llo. La zorra está sentada y temblando, ataviada solo con un traje gris; aun así es peligrosa. ¿ No se han dado cuenta de lo peligrosa que es? Había estado a punto de destruir la refinería el día anterior. ¿ Qué habría pasado de haber saboteado el atanor y destruido la capacidad para procesar el yliastro? Eso es lo único que sabe hacer Thay: romper cosas. Es una bomba con patas.

El laboratorio de Vorz es demasiado estrecho como para que el Tío Abuelo pueda entrar. El tejado resuena bajo el peso del dragón cuando agacha la cabeza para mirar por las pequeñas ventanas. Carillón está en una silla de metal que hay en el centro de la estancia. La bruja hace guardia en la puerta. Y Vorz deambula de un lado a otro como Elegido del Dragón, aunque su nariz se haya convertido en una maraña de vendas.

—Empecemos. Lo primero será efectuar un examen físico.

—Quiero que Adro esté curado antes de empezar —exige Thay, que cruza los brazos y mira al dragón. Insolente. Arrogante. ¿Cómo se atreve a hacerle esas exigencias al Tío Abuelo?

El dragón resopla y empaña el cristal de la ventana con el aliento.

—Si eso nos libra de más retrasos, así sea. —El Tío Abuelo sonríe—. Tienes la palabra del dragón de que lo sanaremos. Artolo, ponte a ello.

Vorz mira a la bruja, que cumple la orden y paraliza a Cari con un hechizo. Cari es incapaz de moverse, como si todos sus músculos estuviesen rodeados de ataduras arcanas. Sería muy fácil cruzar la habitación y matarla. Pero ¿sería más o menos satisfactorio hacerlo sin que ella pudiese forcejear ni gritar?

El Dentista hace honor a su nombre. Lo primero que hace es abrir la boca de Cari y echarles un vistazo a los dientes. Después le palpa debajo de las uñas con unas manos enguantadas. Le examina las cicatrices del rostro, una antigua que tiene en el hombro. Analiza la piel entre sus pechos con el monóculo.

El Tío Abuelo se inquieta.

—¿Y bien? ¿Nos sirve o no?

—Paciencia —responde Vorz.

—Podrás jugar todo lo que quieras cuando haya terminado lo nuestro.

—No estoy jugando —dice el Dentista.

Se inclina para apuntar a los ojos de Cari con una luz muy brillante. Ella es incapaz de parpadear a causa del hechizo de la bruja, y se le han puesto un poco rojos por los bordes. Las lágrimas le caen por las mejillas, teñidas de púrpura a causa de la luz arcana que brilla alrededor de la bruja mientras mantiene con efecto el hechizo.

Uno de los instrumentos de Vorz resuena. La caja de metal con la que había entrado en el lugar.

—Suéltala —ordena.

Tanto Cari como la bruja se agitan. Ve una bandeja llena de escalpelos.

“Vamos”, la insta Artolo. Tendría que haberla matado en aquel momento. Haber acabado con ella, haberle cortado los dedos, uno a uno.

Vorz la contempla, irritado.



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