Desahucio by Ignacio Carrión

Desahucio by Ignacio Carrión

autor:Ignacio Carrión [Carrión, Ignacio]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 1996-09-09T00:00:00+00:00


25

Se sentó casi encima de la almohada de Diamantina y puso cara de nieta inocente.

—Me voy a quedar un ratito con vosotras y luego me largo —⁠dijo⁠—. A mí este programa me parece muy coñazo.

Diamantina empezaba a ver «Lo que necesitas es amor», uno de sus espacios preferidos.

En la pantalla apareció una mujer de unos cincuenta años llorando a moco tendido. Su marido se había largado con otra. La otra era más joven. Había abandonado a la esposa dejándola con los tres hijos. Los hijos odiaban al padre, dijo la madre. Y a esa mala mujer que se lo ha llevado lejos.

—Tranquilícese, señora —dijo el presentador⁠—. Vamos a ver si podemos hacer algo por ustedes.

Entonces apareció el marido en un cámping de Lloret de Mar. Un lugar horroroso al que sólo una pasión loca pudo haber llevado a un sesentón. Lo veíamos sentado en un catre de lona. No le cabía el trasero. Pero se mantenía en equilibrio apoyando las manos en tierra como un mono. Su calva era espléndida. La cámara dio un barrido para captar a la amiga que asaba chuletas en un hornillo de butano. El humo era intenso y apenas se le veía el rostro. El presentador del programa se dispuso a interrogarles.

—Usted, caballero, ¿por qué le ha jugado esa mala pasada a su esposa que está hecha polvo encerrada en casa con sus hijos? ¿No va a dar la cara? Vamos, caballero, vamos. Las cosas no se arreglan con una barbacoa. Al menos tendrá usted que darle una explicación a su esposa Candelas y a sus hijos, ¿no le parece?

El hombre sacó un trapo y se lo pasó por la cara llena de hollín. Tosió. Estaba realmente incómodo y avergonzado. Lo habían sorprendido en el cámping con la amiga que se negaba a salir en el programa por miedo, dijo, a chamuscar las chuletas. El hombre explicó que seguía amando a su Candelas. Y a sus hijos. Que esto sólo eran unas vacaciones. Una escapadita muy corta. Señaló a la amiga y dijo que la chica era miembro de Greenpeace. Un poco de naturaleza y en seguida volvería a casa.

—¡No sé por qué tienen tantas prisas para que vuelva! —⁠dijo el marido⁠—. ¿Y sabe qué? Que luego vuelvo y me hacen la vida imposible. Todos me hacen la puñeta.

—¿La vida imposible? —preguntó incrédulo el presentador del programa⁠—. Nada de eso. Nadie le quiere hacer la vida imposible en casa porque en su casa le quieren todos. Eso se palpa, caballero. Y todos esperan un mensaje suyo.

El marido se echó hacia atrás. ¿Un mensaje? ¿Qué clase de encerrona era ésta?

—Para recoger su mensaje es para lo que he venido con un equipo de televisión hasta este precioso cámping de Lloret de Mar —⁠dijo el presentador acercando la cámara al rostro del atemorizado esposo⁠—. ¿Qué le va usted a decir a su Candelas? ¡Vamos, no lo piense tanto!

El marido tomó aire. Miró a la amiga. Volvió a tomar aire.

—Oye, Candelas, mi Candelas, que sepas que yo soy el de siempre.



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